¿A quién no le gusta casarse con un vestido carísimo?, o ¿tener una hermosa fiesta?, o ¿celebrarla en un castillo?
Todos los días debemos hacer una elección y en cada elección que hagamos, por detrás está el oro o el Altar.
“!Necios y ciegos! porque ¿cuál es mayor, la ofrenda o el altar que santifica la ofrenda?” (Mateo 23:19)
El oro y el Altar, están relacionados con su vida sentimental, ¿a quién no le gusta casarse con un vestido carísimo?, o ¿tener una hermosa fiesta? O ¿celebrarla en un castillo? como muchos famosos lo hacen, pero pocos meses después se separan, como el ejemplo de un famoso que su matrimonio duró menos de tres meses y gastó mucho dinero en la boda.
La apariencia no garantiza la felicidad, hay muchas celebridades que son consideradas las personas más bellas del mundo e incluso así se separan, esto representa el oro, porque un pastel, un vestido, una fiesta, apariencia no es garantía de un matrimonio feliz.
Claro la primera cosa que brilla es el oro, pero no es eso en lo que usted debe fijarse. Si usted busca alguien que sólo llene sus ojos: alto(a), bonito (a), etc… usted está mirando para el oro.
No cabe duda, que debemos cuidar de nuestro cuerpo y apariencia, no por vanidad, pero sí porque somos templos del Espíritu Santo, somos el altar del Dios Vivo.
Pero quien mira para el Altar, no le importa si es una persona bonita o fea, su apariencia o lo que le pueda ofrecer él o ella, busca saber si es una persona nacida de Dios llena del Espíritu Santo.
Una vez le preguntaron al Obispo Macedo, cuál era el secreto para un matrimonio feliz, él respondió buscar a alguien que sea el Altar, lleno del Espíritu de Dios, ya que si ama a Dios sabrá amarlo (a), a usted también, mi esposa se pondrá vieja y yo también, pero ella no me hace feliz por causa de su físico, sino porque ella es el Altar, lo que me hace bien es el espíritu que está en ella.
“… Si algún hermano tiene una mujer que no es creyente y ella consiente en vivir con él, no la abandoné. Y si una mujer tiene marido que no es creyente, y él consiente en vivir con ella, no la abandoné, porque el marido no creyente es santificado por la mujer; y la mujer no creyente, por el marido” (1 Corintios 7: 10-12)
Cuando usted esposo (a) es el Altar, lleno del Espíritu Santo, usted santifica a su pareja, porque el Altar santifica al oro.
Si es una persona de Dios, a causa de su testimonio, carácter, palabras, ganará a su pareja o familia para Dios, es aquí la importancia de ser ese Altar. Sólo esto puede cambiar lo errado y hacer lo correcto a pesar de que duela, porque quien es el Altar sacrifica.
Mi matrimonio estaba destruido a causa de las traiciones
Como toda pareja nos casamos y pensamos que, uniendo nuestra vida, íbamos a ser felices; sin embargo, conforme pasaba el tiempo nuestra relación empezó a enfriarse.
Un día descubrí que mi esposo me traicionaba y al recibir esa noticia me quedé muy afligida, fue entonces donde dentro del hogar las peleas aumentaron y sin darnos cuenta empezamos a agredirnos física y verbalmente.
Pensaba que la única solución era matar a mi esposo y después de eso suicidarme, pues habíamos acudido a diversos lugares y no encontrábamos la solución.
Un día recibí una invitación para participar de las reuniones de la Terapia del Amor, decidimos ir sin pensarlo dos veces, porque queríamos reconstruir nuestro matrimonio.
Recuerdo que la primera vez que participé, aprendí a curar las heridas que habían interiormente.
Ambos decidimos perdonarnos por todo lo que nos habiamos hecho.
Y a partir de ese día colocamos a Dios en primer lugar, fue entonces que Él comenzó a trabajar en nosotros y lo que antes era golpes y peleas se convirtió en un hogar lleno de amor y paz.
Este y todos los jueves, en la Terapia del Amor, cientos de personas aprenden a convertirse en el Altar y usted es nuestro invitado, en la Av. de Las Américas 305, al Norte de Guayaquil, a las 7H, 10H, 15 y 19H.