Los recuerdos que tengo de la primera fase de mi infancia están conectados a la colores, sabores, sonidos, aromas que hasta el día de hoy procuro: la guayaba roja, guapurú o jaboticaba, comprar maria-mole de chocolate en la panadería, helado de crema holandesa, el olor de las hojas de eucalipto después de la lluvia. Yo podía jugar en la calle con mis primos, mojarnos con la manguera, esconderme en el patio, jugar al escondite, saltar a la comba, quedarme en la plaza hasta anochecer…
Yo sé que para algunos niños eso aún es posible, para una limitada minoría, pero la verdad es que esa clase de infancia va desapareciendo con el avance de la tecnología, con la sensación de constante peligro, la violencia que muestra con letras gigantes la devaluación del ser humano.
Yo no estoy contra la tecnología, por el contrario, hago buen uso de ella, como escribir ese texto para que usted pueda leerlo en cualquier parte del mundo. Lo que me asusta es el tipo de conexiones que ella crea, y pensar en lo pueda venir después.
Usted ya entendió que las redes sociales pueden convertirse en una trampa para facilitar relaciones irreales, donde es más fácil ser aceptado y apreciado por extraño que conquistar amigos de verdad. Un mundo sin sacrificios.
Mis ojos se abrieron el día en el que yo estaba sola, de camino al supermercado, y paré en una confitería. Cuando yo me senté a tomar mi café, y miré alrededor, y me di cuenta del silencio… Todos con la cabeza baja, con sus smart phones. Incluso en las mesas donde estaban sentadas juntas varias personas, nadie conversaba, nadie se miraba.
Después de ese día empecé a prestar más atención a mí misma, mis actitudes, porque el síndrome del desamor puede alcanzar a casi todos.
Esto requiere un esfuerzo diario, al igual que todas las relaciones duraderas. Porque usted puede incluso mandar un sms para su hijo diciendo que lo ama, pero si puede hacerlo personalmente, es mucho más humano como por ejemplo decírselo con un besito por la mañana…
Después de todo, el amor se hace más fuerte cuando se entrelaza. Piense en una trenza: para ella formarse es necesario un contacto directo entre las tres partes, que deciden seguir unidas para que se hagan interminables.