Muchos hombres se dan mucha importancia. Creen que pueden todo.
Eso está claro, hay relación con lo que fue creado y seguido por ellos a lo largo de la historia humana.
Ellos tenían que luchar por su sobrevivencia y la de su familia, tal dinámica se extendía a los conflictos por disputas de territorios y por comida.
Obviamente, la actitud de conquistar se convirtió en algo casi inseparable del perl masculino.
Es como si todo hombre hubiera sido creado, escuchando repetidamente:
“Luchar, sobrevivir, vencer y conquistar.” Con el pasar del tiempo y con el descenso de conflictos militaristas, la actitud de luchar para conquistar, se incorporó al perl masculino en un proceso social, pasado de padre para hijo y llegó a otras áreas, como la carrera y las relaciones interpersonales. Vale recalcar que diversos aspectos de este perfil son importantes, si son usados en la medida cierta y obedeciendo a los preceptos cristianos, morales y éticos.
Por otro lado, quien no tiene tenacidad para luchar por lo que quiere no consulta nada, sin embargo, eso no cuenta solamente para conquistar victorias. Mientras tanto, en muchos casos, cuando el hombre supone sus conquistas y no llega a ese punto, pero quiere todo sin medida, él pasa a desear lo que el otro tiene, aunque ya tenga victorias personales plenamente satisfactorias.
Por ejemplo, en la historia Bíblica de David, retrata muy bien eso. Él ya era rey, había conquistado territorios enemigos y fortalecía el imperio hebreo con sus victorias. Basado en ellas, también pasó a creer que podía todo, con el pretexto de que esa era “la costumbre de los reyes”.
“Todo es lícito, pero no todo es de provecho. Todo es lícito, pero no todo edifica.” 1 Corintios 10:23
Todo hombre que piensa que es autosuficiente está equivocado. Su rey es su ego, que lo llevará a la cima y lo dejará solo y desvalorizado en la vida y en situaciones, en las cuales perderá relaciones, familia, trabajo y amigos. Deje su ego de lado y conozca el verdadero Rey, que es el Señor Jesús, o puede ser muy tarde para cambiar.
Eso sirve también para quien se dice cristiano, pero no practica lo que la Biblia enseña.