Nací en un hogar destruido, lleno de engaños, orgullo y vanidad. Desde los primeros años de vida, comenzó lo que sería para mí una verdadera pesadilla. Todavía era pequeño, cuando comencé a tener problemas con audición de voces. Con el pasar de los años, aprendí a convivir con ellas, hasta que comencé a ver a los espíritus que hablaban conmigo. A los nueve años ya me emborrachaba, fumaba y sentía un deseo enorme de estar con mujeres. Cuando era joven, estaba siempre involucrado en la prostitución, tomaba y ya consumía drogas. Estudié sobre misticismo, psicología y espiritualidad. Noté que tenía un don increíble de influenciar y engañar a las personas, y empecé a sacar provecho de eso. En una ocasión realicé una estafa y fui descubierto, a causa de eso, decidí salir de Brasil.
Me mudé a Japón y allá comencé a trabajar, quería cambiar de vida. Tomé la decisión de dejar de tomar, de fumar y de consumir drogas. Me profundicé en el espiritismo, en la quiromancia, en la parapsicología y en la telepatía. Pensé que finalmente sería feliz y que un día volvería a mi familia. Todo se calmó durante un tiempo, pero después de algunos años, los ataques de los espíritus recomenzaron solo que con mayor frecuencia y cada vez más fuertes.
Fueron años de mucho tormento. Las puertas se abrían y se cerraban, las luces se encendían y se apagaban, ellos caminaban por la casa, etc. Comencé a enloquecer. En esa época, una de las muchachas con quien me relacionaba quedó embarazada y, por decisión de ella, hicimos un aborto. Después de eso, tuve visiones del niño deformado constantemente. Sonaba el teléfono y, cuando atendía, oía la voz de un bebé llorando. Yo los desafiaba, les pedía que se materializaran para que yo me pudiera defender. Desde entonces, ellos comenzaron a tocar mi cuerpo. Me agarraban y yo intentaba, con todas mis fuerzas, defenderme, pero su fuerza era algo increíble. Sé que es difícil de creer, pero, muchas veces, los espíritus me llevaban hacia dentro del infierno. Allá veía personas en una situación que jamás voy a olvidar. Sentía incluso el calor que casi me quemaba. En esos momentos, veía mi cuerpo como si estuviera muerto y yo suspendido en el aire. Eso me sucedió durante años, entonces Le pedía a Dios que me ayudara y que me dejara regresar. Cuando gritaba, con todas mis fuerzas, la palabra "Dios", ellos desaparecían durante algún tiempo.
No me acuerdo de que alguien me haya hablado de Dios o de la Biblia, pero ya tenía todo tergiversado en mi mente. Estudié ufología y ahí también se usa la Biblia. En el medio de todo ese tormento, regresé a Brasil y fue el fondo del pozo: tristezas, derrotas, fracasos y mucha humillación. Fui a parar a la casa de los espíritus. Allá, el espíritu me hizo la siguiente pregunta: "¿Qué es lo que estás buscando? Viniste de lejos, ¿qué quieres aquí?" Yo respondí: "¡Estoy en búsqueda de la verdad!" Él no tuvo ninguna respuesta para darme, excepto que yo tenía que recibir un guía. Me dijo que volviera después de algunos días y que pensara al respecto del tal guía que tenía que recibir.
Escuché a una persona decir que existía un lugar en la ciudad donde había algunos pastores que expulsaban el mal. Salí caminando por las calles, no sé durante cuánto tiempo, hasta que llegué a la puerta del lugar. No lograba ver el nombre, pero una voz dentro mío me decía que era allí. Una voz decía: "¡Entra!", y otra decía: "¡No entres!". Decidí entrar y, en el mismo momento, sentí un alivio indescriptible. Era la Iglesia Universal. Esa misma noche, cuando volví a casa, veía a los espíritus y a una hoguera en el fondo de la casa, ellos estaban muy enojados conmigo. Entonces, me acordé de la canción que oí allá y comencé a cantarla. Después de mucho tiempo comencé a sentirme bien. Entonces, volví a ese lugar el día siguiente.
El lugar estaba repleto de gente. El pastor comenzó a cantar y a hablar, entonces ya no escuché nada más. El sudor se escurría de mi cuerpo como agua y sentía ganas de cerrar los ojos y de desaparecer, pero lo que estaba sucediendo allí yo tenía que verlo hasta el fin. Me sostenía en la butaca de adelante con todas las fuerzas para no caer, hasta que llegó un silencio y pude oír órdenes dadas a nombres que yo conocía muy bien, y las órdenes eran en el Nombre del Señor Jesús. Recién ahí entendí de qué lado estaba yo, quién era Dios y quiénes eran los villanos. Se cayó la venda de mis ojos. Comencé a tener ganas de vivir y a creer que podía ser feliz. Quería hablarles de Jesús a todos los que conocía y que vivieron conmigo.
Volví a Japón, y quería hablarles a todos de Jesús. Pero, lamentablemente, también quería saber más que el pastor. Leí la Biblia varias veces. No tenía más vicios, pero todavía mentía. No lograba vencer mi carne. Estaba siempre cayendo en el error de la prostitución y la promiscuidad, al punto de acostarme con una persona y que el diablo me hablara a través de ella. Lloraba y Le pedía perdón a Dios, pero no duraba mucho hasta que no tuve más fuerzas para ir a la Iglesia.
Sin dirección, me mudé a Estados Unidos. El primer día ya recibí una invitación de la Iglesia, pero pensaba que Dios nunca me iba a perdonar por todo lo que había hecho. Cuando veía a alguien sufriendo, llevaba a la persona a la Iglesia, pero sin embargo no entraba. Pero un día tuve fuerzas y decidí volver. Recomenzaba así mi proceso de liberación, en ese tiempo yo vivía con una persona y estaba con los preparativos para casarme. Un día me desperté decidido a hacer un voto con Dios, llegué a la Iglesia y fui sincero en mi voto, fue mi último recurso, me acuerdo que Le dije a Dios: "No puedo ser más la misma persona; ¡quiero cambiar! Si Tú me perdonas y me aceptas, aunque sea para limpiar el baño de la Iglesia y hacer que las personas a quienes perjudiqué me perdonen, Te entrego a Ti mi vida y prometo servirte". En ese mismo momento, tuve la certeza de que los demonios que estaban en mi cuerpo salieron y que el Espíritu Santo habitaba allí. La persona con quien vivía no aceptó mi transformación, por eso el casamiento fue cancelado y me quedé solo.
Cada vez que mi cuerpo pedía algo, yo me acordaba de mi voto. Pasé por el desierto y enfrenté muchas luchas. A cada día fueron sucediendo milagros. Decidí esperar que Dios arreglara mi vida. No tardó mucho, como las demás respuestas de Dios, y enseguida encontré a la que sería mi esposa y compañera en esta nueva fase de mi vida, como Le había pedido a Dios que no fuera mi elección, sino Su elección para mí. El día que la vi por primera vez, tuve la certeza en la primera mirada, en el primer diálogo. Nació un amor capaz de unirnos para siempre. Hoy, estoy casado y feliz con la mejor esposa y la más bella entre todas. No necesito involucrarme con otras mujeres y sé lo que es tener la verdadera felicidad.