Durante 4 años oí hablar de una construcción que sería hecha en la Región de Bras. Acompañé de cerca a los pastores, obreros, jóvenes y evangelistas trabajando constantemente para recaudar fondos a través de eventos, campañas, bazares… todo con el objetivo de ayudar en la construcción del Templo de Salomón – que comenzó por un simple acto de fe -, y yo, por obediencia me sumaba, ayudaba en todo.
Soy obrera hace 11 meses y soy sincera en reconocer que no entendía la espiritualidad de este Santo Lugar. Solo lo comprendí hace unos meses, al realizar un trabajo de la facultad cerca de la construcción, en donde pude avistar el Templo casi listo.
Al visitar el lugar, me quedé mirando admirada, por unos minutos, y allí tuve una experiencia con Dios que me fortaleció mucho. Desde ese día en adelante, comenzó mi expectativa para el día en el que colocaría mis pies en ese lugar tan extraordinario, pues me decía a mí misma: “Si solo por mirar quedaste fortalecida, imagínate lo que sucederá cuando entres.”
Mi imaginación iba lejos en cuanto a la expectativa de ese día tan esperado. Puse adentro mío que no sería justo querer lo extraordinario de Dios si yo no Le diera mi extraordinario a Él. Esas fueron mis oraciones durante los días en los que oré junto con los obispos y pastores a la medianoche, por canal 21.
Cada día que participaba de las oraciones, la certeza de que Dios estaba conmigo solo aumentaba, pues realmente estaba presentándole mi todo a Él. Cuando llegó el día 19 de julio, me levanté temprano y me fui corriendo a la Universal para ver la transmisión del primer día de inauguración y, una vez más, Dios testificó mi extraordinario.
El miércoles 23 fue mi día tan esperado. No sabía lo que iba a suceder, solo sabía que era mi día con Dios. Por eso, traté de arreglarme como si me fuera a casar. Un día antes preparé mi uniforme con todo cuidado, vi el maquillaje que usaría, cómo me peinaría, todo.
A la mañana, me levanté alrededor de las 8 hs., agarré mi uniforme y me fui a la casa de la peluquera para que me preparara. Quería estar linda para Dios. Cuando estuve totalmente lista, registré el momento con una foto y la publiqué en una red social. Inmediatamente recibí un mensaje inesperado: "¿Vas a ir allá para ser robada?"
Eso me hizo reflexionar con la siguiente pregunta: "¿Cómo puedo ser robada?" Entonces, pasó una película en mi mente, de toda mi vida, y allí vi cómo fui robada.
Cuando nací, con pocos días de vida, tuve una meningitis de las más graves, lo que trajo a mi madre a la Iglesia y, por gratitud, ella me enseñó el camino de la fe, siempre hablándome de Quién me había curado (Jesús).
Separada de mi padre, mi madre era muy dedicada al trabajo, pues deseaba darme lo bueno y lo mejor, por eso, gran parte de mi infancia la pasé en casas de niñeras. En una de ellas, en reiteradas ocasiones, presencié agresiones físicas entre la niñera y su marido, que llegaba borracho todos los días.
Recuerdo un día en el que mi madre llegó súper cansada del trabajo y, como de costumbre, fue a la casa de la niñera a buscarme, sin embargo, no pudo hacerlo, pues el marido estaba agrediéndola de tal forma que, al ver la sangre, no lo dudé y comencé a llorar. No aguantaba más aquella escena. Yo tenía solo 5 años.
De tanto frecuentar la casa de una de mis niñeras, llegué a ser víctima de pedofilia. Crecí con complejo de inferioridad, sintiéndome culpable por todo lo que había ocurrido, pues no tenía a nadie a quien contárselo. Tenía miedo de decírselo a las personas, vergüenza de lo que pensarían de mí. Me sentía excluida de todos. En la escuela, mis compañeros se juntaban para hacer bromas en mi contra.
Pasé años de mi vida cargando una culpa que no era mía, pero intentaba llevar la vida como podía, sin contárselo a nadie. Mi madre se mudó a otra ciudad, no me encontraría más con la persona que me había hecho tanto mal; ¡tal vez podría olvidar! Me quedé por un tiempo en otro municipio, pero, con el derrame de mi abuela, tuve que volver a mi ciudad. Pasaron 2 años, cuando, a los 15 años, volví a encontrar al pedófilo, pues él comenzó a frecuentar demasiado mi casa. Entré en desesperación. Sin que nadie de mi familia lo notara, comencé a deprimirme, pues me acordaba con frecuencia de lo que había sucedido. Tenía miedo.
Fue cuando, a través de una obrera de la Universal, encontré ayuda. Me sentí contenida, pues finalmente alguien me estaba dando la atención que necesitaba. Ella comenzó a acompañarme y a darme las orientaciones necesarias. A partir de allí comenzó mi proceso de liberación, que se prolongó aproximadamente 2 años. Y realmente fui robada, fui robada del infierno, pues jamás estaría escribiendo estos relatos si no hubiese tenido a la UNIVERSAL para extenderme las manos y rescatarme.
Tuve mi encuentro con Dios, nunca más sufrí a causa de traumas, pues todo aquello fue borrado. Es como si nada hubiera sucedido conmigo. Tengo paz. Dios ha bendecido mi vida y sé que va a hacer mucho más, pues fue esa revelación que Él me hizo cuando coloqué mis pies en el Templo de Salomón para participar de la reunión, a las 18 hs.: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que Le aman. 1 Corintios 2:9
¡Ah, qué día! Qué maravilla poder estar en este Santo Lugar. Es indescriptible cada momento, cada detalle… la Santidad era todo lo que yo estaba necesitando. Estoy renovada, y con la certeza de que voy a vencer. ¡Dios ya hizo lo extraordinario en mí y va a hacer mucho más!
Karen Salvador