La gracia barata es el enemigo mortal de nuestra Iglesia. Hoy estamos luchando por la gracia que es cara. La gracia barata es la gracia vendida en las tiendas más populares. Los sacramentos, el perdón de pecados y el consuelo de las religiones son ofrecidos a precio de pichincha. La gracia es representada como el tesoro inagotable de la Iglesia, con la cual derrama bendiciones con manos generosas, sin cuestionamientos o límites. Gracia sin precio; gracia sin ningún costo. La esencia de la gracia, supongamos, es la cuenta ya pagada anticipadamente; y, porque ya fue pagada, todo puede ser obtenido sin ningún costo…
La gracia barata significa la gracia como una doctrina, un principio, un sistema. Significa el perdón de los pecados proclamado como una verdad general, el amor de Dios enseñado como la "concepción" cristiana de Dios. Un consentimiento intelectual de esa idea es considerado en sí mismo suficiente para garantizar la remisión de pecados… En una iglesia así el mundo encuentra una manera barata de cubrir sus pecados; sin la necesidad de arrepentimiento y mucho menos cualquier tipo de deseo de ser libre del pecado. Entonces la gracia barata se resume en la negación de la viva Palabra de Dios, en realidad, en la negación de la Encarnación de la Palabra de Dios.
La gracia barata significa la justificación del pecado sin la justificativa del pecador. La gracia por sí sola ya hace todo lo que dicen y por eso puede continuar como antes. 'Todo no sería suficiente para expiar los pecados' dice la canción. Bien, entonces deje que el Cristiano viva como el resto del mundo, deje que se moldee, en todos los aspectos de la vida, de acuerdo con los patrones del mundo, y que nunca presuntuosamente desee vivir una vida diferente bajo la gracia de su vida vieja llena de pecados…
La gracia barata es la gracia que nosotros mismos nos otorgamos. La gracia barata es la prédica sobre el perdón sin la necesidad del arrepentimiento, del bautismo sin la disciplina de la iglesia, la Santa Cena sin la confesión… La gracia barata es la gracia sin discipulado, la gracia sin la cruz, la gracia sin Jesucristo, vivo y encarnado.
La gracia cara es el tesoro escondido en el campo; por el cual el hombre va y vende todo lo que tiene para poseerla. Es la perla de gran valor por la cual el mercader vende todos sus bienes. Es el reinado de Cristo, por el cual el hombre arranca su ojo, que lo hace tropezar, es el llamado de Jesucristo por el cual el discípulo deja sus redes para seguirlo.
La gracia cara es el evangelio que debe ser buscado de nuevo, de nuevo y de nuevo, la dádiva que debe ser pedida, la puerta en la que el hombre debe golpear. Tal gracia es cara porque nos llama para seguir y es gracia porque nos llama a seguir a Jesucristo. Es cara porque cuesta la vida del hombre y es gracia porque le da al hombre la única verdadera vida. Es cara porque condena el pecado y porque justifica al pecador. Por encima de todo, es cara porque Le costó a Dios la vida de Su Hijo: "porque fuisteis comprados por precio", y lo que Le costó mucho a Dios no puede ser barato para nosotros. Sobre todo, es gracia porque Dios no consideró a Su Hijo como un precio demasiado alto para pagar por nuestra vida, sino que Lo entregó por nosotros. La gracia cara es la Encarnación de Dios.
La gracia cara es el santuario de Dios; debe ser protegida del mundo y no lanzada a los perros. Es, por lo tanto, la palabra viva, la Palabra de Dios, que habla conforme Le agrada. La gracia cara nos confronta como un gentil llamado para que sigamos a Jesús. Viene como una palabra de perdón al espíritu quebrantado y al contrito de corazón. La gracia es cara porque obliga al hombre a someterse al yugo de Cristo y a seguirlo; es gracia porque Jesús dijo: "Mi yugo es fácil, y ligera Mi carga."
En dos diferentes ocasiones, Pedro recibió el llamado: "Sígueme." Fue la primera y última palabra que Jesús le dijo a Su discípulo (Marcos 1:17; Juan 21:22). Una vida entera existe entre esos dos llamados. La primera ocasión sucedió a la orilla del lago de Genesaret, cuando Pedro dejó sus redes y su oficio y Lo siguió a Jesús como le había sido mandado. La segunda fue cuando el Señor Resucitado lo encontró nuevamente en su antigua profesión. Una vez más fue a la orilla del lago de Genesaret, y una vez más el llamado fue: "Sígueme." Entre esos dos llamados existió una vida entera de discipulado en el seguimiento de Cristo. En medio del camino entre ellos vino la confesión de Pedro, cuando reconoció a Jesús como el Cristo de Dios…
Esta gracia ciertamente no fue auto-otorgada. Fue la gracia del propio Jesús, prevaleciendo sobre el discípulo para dejar todo y seguirlo, trabajando dentro de él aquella confesión que para el mundo suena como la peor de todas las blasfemias, invitando a Pedro a la suprema comunión del martirio por el Señor al que él había negado y siendo así perdonado de todos sus pecados. En la vida de Pedro, la gracia y el discipulado eran inseparables. Él había recibido la gracia que es cara, (pg. 45-49).
Extraído del libro "El precio del Discipulado" de Dietrich Bonhoeffer
Nacido en 1906, Dietrich Bonhoeffer se convirtió en pastor luterano y quedó pasmado con la manera casual y liberal con la que los cristianos en Alemania vivían su fe. Habló contra el Nazismo cuando ningún otro cristiano tuvo el coraje de hacerlo. Y fue perseguido tanto por los cristianos como también por los nazis, a causa de su reprensión a la iglesia en Alemania. Fue apresado por la Gestapo y ahorcado en 1945.