A principios de agosto del 2002, el entonces mensajero Ronaldo Parreira, ahora de 41 años, tuvo un accidente mientras trabajaba, lo que le provocó una doble fractura expuesta de los huesos de la tibia y el peroné. Inmediatamente, fue llevado al hospital y allí comenzó la peor etapa de su vida. “Tuve la primera cirugía, que fue para hacer una ‘limpieza’. Sin embargo, el diagnóstico era que podrían tener que amputarme la pierna debido a la gravedad de la lesión y la gran pérdida de tejido”. Ronaldo, entonces, se desesperó y pensó en el suicidio. “Lo único que me vino a la mente fue la posibilidad de perder la pierna y no poder volver a caminar nunca más. Ronaldo pasó 20 días en el hospital mientras esperaba que le colocaran un aparato de jación en el área lesionada. Sin embargo, día a día, la condición de su pierna empeoraba.
“Según el médico, esta infección se propagaría por el torrente sanguíneo y llegaría a otras partes de los huesos, lo que me llevaría a la muerte”.
“Cada día veía que mi pierna se pudría más. Olía a algo podrido, al punto que nadie podía acercarse a mí”, relata. Al poco tiempo de la cirugía, fue dado de alta del hospital, pero su situación no mejoró.
Él era drogadicto desde los 11 años, lo que se re- ejaba en su recuperación. Las heridas no cicatrizaban y el mal olor solo empeoraba. Después de diez meses de uso, le quitaron el aparato ortopédico de la pierna, pero aún no había mejoría. Después de dos años viviendo en la misma situación, empeoró y fue condenado a muerte. En 2004, Ronaldo fue diagnosticado con osteomielitis crónica. “Según el médico, esta infección se propagaría por el torrente sanguíneo y llegaría a otras partes de los huesos, lo que me llevaría a la muerte. Ahí toqué fondo y me hundí más en las drogas”, recuerda.
Es necesario cambiar
Ronaldo se dio cuenta de que necesitaba un cambio en su vida y decidió buscar ayuda en la Iglesia Universal al que su madre ya asistía.
“Entendí que necesitaba ayuda, porque todo lo que estaba pasando no era normal. Y, desde que entré a la Iglesia por primera vez, entregué mi vida a Dios por completo y Él fue restaurando todo, incluso mi salud”, arma.
Comenzó a participar en la reunión de Martes de Sanidad y gradualmente recuperó su salud. Las heridas finalmente comenzaron a sanar. “Usando el Aceite Consagrado y, por medio de la fe, determiné mi sanidad, además de hacer otros votos de fe en el Altar de Dios. Después de unos meses, la herida estaba completamente curada”, enfatiza. Hoy, más de 15 años después del fin de los problemas, Ronaldo mantiene una vida totalmente sana, sin secuelas ni dificultades para caminar o realizar las actividades diarias. Sin embargo, más que la sanidad física, también recibió la sanidad de su alma y una nueva vida.
Ahora tiene una vida bendecida y próspera: “todo lo que pasé me hizo volver a Dios. Dejé la adicción a las drogas, mi matrimonio fue restaurado, me convertí en empresario y mi vida financiera fue bendecida, recibí sanidad y, sobre todo, el Espíritu Santo viviendo en mí”, concluye.