“¿Por qué él había trabajado tanto, durante todos estos años? ¿Con qué finalidad? Su vida parecía tan vana y sus conquistas tan inútiles. Sus hijos tenían dinero y confort, y él tenía una posición social envidiable, pero aún así, en vez de estar contenta con el éxito, su familia estaba totalmente dividida.
Ya no había unión, él y su hijo discutían por todo. Su hija estaba obstinada en ser independiente. Él había trabajado toda su vida para construir un imperio, para dar a sus hijos todo lo que él nunca había conseguido, y había triunfado más allá de sus expectativas. Pero, ¿qué había conseguido?, sólo un triunfo vacío… Su hijo era guapo, inteligente, buena labia y despierto. Su hija era bonita y seductora, llena de vida. Ambos fueron bien educados y eran admirados por todos. Aun así, sentía una desesperación que le corroía por dentro, una sensación de fracaso como padre.
Un mal presentimiento estaba creciendo en su interior. Agarró la mano de su esposa y la apretó contra su rostro.– “Mi amor, yo fallé.” afirmó– “¿En qué, mi amor?” Ella preguntó dulcemente.- “En todo lo que era importante”.
(Tramo basado en el libro “Una voz en el Viento”, Francine Rivers)
Ellos quieren el control total sobre sus vidas, ser dueños de su “propio destino”. Quieren ser libres de los viejos patrones, de las reglas de la humanidad. Sólo quieren vivir el momento. Todo lo que contraría y limita, es sobrepasado. Y quien se sienta incomodo, que se retire del camino de ellos.
Ellos exigen que los “principios morales” sean removidos, no percibiendo que son exactamente esas restricciones las que mantienen el mundo civilizado. Y tratan de amordazar la propia conciencia, para que ella ya no los aborrezca más. Hijos sin límites, son los frutos de una sociedad que no tiene tiempo para detenerse a pensar en lo que vendrá más adelante. ¡Es más fácil así!
Y toda la ausencia paterna es compensada con el último modelo de Xbox (consola de juegos). Usufructúan de todo el confort y comodidad que la tecnología nos trajo, pero pierden al despreciar los valores más básicos, que nos hacen racionales.
Disculpen, lo revelo es triste ver todos los días en la puerta de la escuela a niñas de 13 y 14 años armando cigarrillos de marihuana a la vista de todos, sin ningún tipo de verguenza.
Y usted, padre/madre que invirtió tanto en la educación de sus hijos, que renunció a su propia carrera profesional para criarlos con tanto cuidado, y ahora ellos no le dan ni un “buenos días”… ¿Será qué basta conformarse con la generación en la que vivimos? ¿Qué hacer? ¿Cómo evitar cada error que ellos cometen, cada actitud irreconocible que ellos tienen?
No se culpe, no haga de cada problema un martirio. Mantenga el equilibrio en su casa y luche. No desista, no se conforme. Transforme la situación, no permitiendo que su mente se adapte a los pensamientos de este mundo.