Mi vida en la Tribu de los Indios Xavantes
Mi nombre es Rosângela. Cuando llegué a la Universal estaba muy enferma, tenía bronquitis alérgica y vivía constantemente en el hospital. Además de eso, me sentía una persona vacía e incapaz. Por creer que las demás personas tenían más valor que yo, llegué a tener depresión, pero en esa época mi familia pensaba que era una tontería, y nadie me tomaba en serio. Yo lloraba mucho y le tenía miedo a todo.
A finales de los años 80, la Universal llegó a mi ciudad realizando cultos semanalmente en un club social. Mi madre me llevó a uno de esos cultos, e inmediatamente fue amor a primera vista, no pasó mucho tiempo para que yo me entregara y me lanzara a los pies de mi SEÑOR JESUCRISTO. Él me curó y me liberó, y en ese momento brotó la certeza y el deseo de servirlo todos los días de mi vida; además de eso, yo quería ganar Almas para mi Señor.
A los 13 años de edad fui bautizada en las aguas y recibí el nuevo nacimiento, y enseguida fui consagrada a obrera de la UNIVERAL. Aun estando en la Obra, tuve algunas decepciones en la vida sentimental, pero el Señor Jesús permitió que conociera a un hombre de DIOS que hoy es mi esposo. Apenas me casé fui a vivir a la aldea de los indios Xavantes, perteneciente al municipio de Nova Xavantina, en el interior del estado de Mato Grosso. El acceso hasta la aldea era muy difícil, y para llegar hasta allí tuvimos que ir en moto desde Nova Xavantina hasta la aldea, ya que en esa época no había transporte colectivo que nos llevara a ese lugar. Recorrimos más de 500km arriba de una moto por un camino de tierra.
Al recordar este hecho veo el recuerdo del día de mi llegada a la aldea. Ya era de noche y solo había pastizales y oscuridad por todos lados. En la aldea no había energía eléctrica, y en la casa de paja que los indios habían construido para que viviera el pastor con su esposa, había un farol y una red.
Confieso que me asusté de los indios en ese primer contacto, pues eran muchos y estaban todos alrededor de la casa para conocer a la esposa del pastor. Hablaban una lengua extraña que yo no entendía, pero era su lengua.
El viaje hasta la aldea había sido bastante cansador, y apenas llegué quería hacerme la higiene personal, pues estaba tapada de polvo por el camino de tierra. En esa época mi cuñada era obrera y vivía también en la aldea. Ella me acompañó hasta el río cuyo nombre era Sucuri. El camino hasta el río era oscuro y usábamos una linterna para iluminar el trayecto. Había muchas cobras, y el miedo se apoderó de mí de tal manera que ese día no quise bañarme, solamente me mojé rápidamente.
Otra situación que me marcó fue el momento de dormir. Había solamente una red para mí y mi esposo. Hasta entonces nunca había dormido en una red antes, ¡ahora imagínese dos personas compartiendo ese mismo espacio durante 20 días! Hasta que el pastor estadual nos envió una cama y una cocina a gas, pues hasta entonces cocinaba en una cocina a leña.
Los primeros días sentía mucha dificultad y vergüenza en relación a los momentos de la higiene personal. Al principio, mi esposo me enseñó cómo hacer, ya que no teníamos privacidad en esos momentos, y hacia cualquier lugar que mirara, los indios estaban allí observándome. Después entendí que para ellos era algo muy nuevo tener a una mujer blanca viviendo en su tribu.
Siempre estuve al lado de mi esposo para todo: bajo el sol o la lluvia estábamos listos para servir a nuestro Dios.
El trabajo evangelístico en la aldea en ese período fue tan intenso y prometedor que diez indios fueron invitados a participar de congresos de la Universal en São Paulo y en Rio de Janeiro. En ese mismo congreso un indio de la tribu Xavante fue consagrado a pastor. Hoy el trabajo de la Universal en la aldea es hecho por el pastor Dejamim.
Hoy tengo un hijo de 17 años que está como pastor auxiliar en otro estado. Él fue mi Isaac que le di a mi SEÑOR JESÚS. Y este año voy a cumplir 20 años de casada con un hombre de DIOS, que fue enviado por nuestro Señor Jesús para hacerme feliz todos los días.
Me siento muy honrada en poder formar parte de esta Obra.
Por eso, ¡yo soy la Universal!
Rosângela