Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta.
Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús. Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe se Lo dijeron a Jesús. Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. Juan 12:20-23
Existían personas que iban a Jerusalén solamente con el objetivo de participar de la fiesta que se hacía anualmente – lo que para muchos se había convertido solo en una tradición religiosa –, y no con el espíritu de buscar a Dios.
Sin embargo, entre esos tantos, estaban los que iban solamente para adorar, ellos querían algo más que mirar las paredes o la belleza arquitectónica del Templo, querían una relación con el Altísimo. Entre esas personas estaban los griegos, pueblo conocido por sus elevados conocimientos. Eran los pensadores de aquel tiempo, incluso se consideraban una raza superior, debido a sus “grandes filósofos”.
Cuando fueron a Jerusalén, no fue para ver la belleza del Templo, ni sus piedras, tampoco fueron con el afán de ser curados o persiguiendo una bendición material, querían algo mucho mayor que todo eso: querían VER A JESÚS.
Los griegos tenían sed de saber quién era Aquel que transformaba a todos los que tenían una experiencia con Él. En ellos existía ese deseo de conocer a Jesús y, dígase de paso, habían salido de tierras remotas, con todo el sacrificio de la locomoción que existía en ese tiempo, pero con un objetivo claro, con un solo deseo, con un solo pensamiento: Querían VER A JESÚS. ¡Eso es muy fuerte!
Al oír eso, Jesús dijo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado..
Y esa hora llegará para todos nosotros en la inauguración del Templo, pues todos los que vayan estarán vestidos de ese mismo deseo: Encontrar al SEÑOR JESUCRISTO, tener la mayor de todas las experiencias ya vividas hasta hoy. Pues nos fue dado ese privilegio de poder construir el Santuario del Altísimo para que todos los pueblos, de todas partes del mundo, lleguen a adorar y a buscar a ese SEÑOR.
¡Es muy fuerte! Dios nos dio eso solo a nosotros, ¡qué alegría!