Desde niña, Jude Melo sufría de angustia.
Aislada y sin muchos amigos, intentó suicidarse por primera vez a los 9 años, después de la separación de sus padres. El tiempo pasó y ella conoció el mundo de la fama.
Empezó en la carrera de modelo y, después de algún tiempo, pasó a ser bailarina en un grupo.
A los 14 años, a causa de haber perdido el año en la escuela, la madre le prohibió seguir bailando profesionalmente, lo que provocó aun más rebeldía en la adolescente. En esa época intentó suicidarse por segunda vez.
Jude siguió bailando, hasta que fue invitada a formar parte de un grupo que hacía giras por todo el país. A partir de ese momento la muchacha soñadora tuvo contacto con drogas, comenzando a participar en fiestas y orgías.
Aun en medio de tanta euforia y aparente alegría, Jude se volvió depresiva, lo que le hizo que intentara acabar con su vida por tercera vez.
El brillo de la fama ya no la satisfacía. Al final de cada presentación la sensación de vacío aumentaba. Sentía que le faltaba algo. A pesar de vivir rodeada de compañeros de profesión, se sentía sola, olvidada, usada.
Durante una temporada de presentaciones en Ceará, Jude conoció a un muchacho del que se enamoró perdidamente. Parecía que en las manos de ese hombre estaba la solución para todos sus problemas. En fin, la felicidad golpeaba a su puerta. Lo sorprendente es que aun creyendo que ese joven era el amor de su vida, ella lo agredía física y psicológicamente. En muy poco tiempo el romance llegó a su fin.
Todavía en su temporada en Fortaleza, la joven relata que durante las presentaciones era tomada por una ira inexplicable, que le hacía agredir frecuentemente a otras bailarinas que compartían el escenario con ella. Jude solía empujarlas para que sufrieran algún daño y quedasen afuera de las presentaciones. Quería “brillar” sola.
Un cierto día, que debería haber sido como uno cualquiera, la joven amaneció más infeliz que de costumbre. Pasó el día entero encerrada en su habitación, llorando y pensando en suicidarse más de una vez. Recordó que había algunas personas que se subían a un monte cercano al edificio donde vivía y allá hacían oraciones. Inmediatamente pensó: “Si esas personas suben allí a buscar a un Dios vivo, Él va a librarme. Si no, hoy acabo con mi vida”.
Salió de la casa con esa determinación y enseguida fue abordada por una señora que le dio un mensaje, haciéndola volver a su casa y pasar el resto del día reflexionando.
Por ver a la hija destruyéndose sin que pudiese hacer nada para cambiar la situación, la madre y la hermana de Jude comenzaron a luchar por ella en la Universal. Comenzaba allí una difícil batalla por la liberación espiritual de toda la familia. Todos fueron envueltos por al Espíritu Santo en un breve espacio de tiempo. Hacer que las personas notaran el cambio que sucedía en el interior de cada uno no fue difícil. “La paz que yo nunca había visto pude notarla en una llamada telefónica de mi madre”, recuerda Jude.
Durante algún tiempo, la madre luchó por ella.
Jude recuerda que la madre siempre les pedía a las obreras de la Universal que pusieran el nombre de la hija en los libros de oración y que, por la fe, la veía transformada e integrando la Fuerza Joven.
Al volver a Bahía, la bailarina decidió conocer de cerca lo que había generado la transformación de su familia. Por primera vez, Jude puso los pies en una Universal. Entonces dejó todo de lado y comenzó a entregarse por completo a los propósitos de Dios.
Hoy, a los 22 años, Jude frecuenta el curso de danza de la Universidad Federal de Bahía y desarrolla su talento liderando el proyecto Cultura en la Fuerza Joven Universal.
Se liberó de las drogas, de las ilusiones de este mundo, de la depresión y del deseo de morir. Llena del Espíritu Santo y con una gran sonrisa, garantiza que jamás fue tan feliz. “Solo agradezco a mi Dios por lo que hizo en mi vida. Es imposible describir lo feliz que soy”, celebra.