En los días de hoy podemos observar detenidamente que existen dos grupos de personas que vienen a la Iglesia para buscar cambiar la situación por la cual están pasando.
El primer grupo son aquellos que con el pasar del tiempo aprenden a usar la fe y comienzan a dar pasos firmes en la larga caminata de la fe.
El segundo grupo de personas, son las que intentan transformar su vida a su manera, es decir, ellas quieren ir por el camino más fácil y frustradas comienzan a decir: “Estoy en la iglesia hace tanto tiempo, ya le entregué mi vida a Jesús, pero mi vida no cambió”, afirman.
Amigo lector, es bueno que usted venga a la iglesia, que escuche la Palabra, que fortalezca su fe, eso es excelente, pero no es suficiente para transformar su vida.
Que usted haga sus oraciones y ayune tampoco es suficiente, Dios no es mago, Él espera que nosotros manifestemos la fe para que podamos conquistar bendiciones extraordinarias. El camino que nos conduce a la victoria es uno sólo, y el mismo nos encamina al sacrificio diario.
“¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que los que sirven al altar, del altar participan? Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio.” (1 Corintios 9:13-14)
El milagro que usted quiere nunca sucederá si usted espera apenas que Dios haga Su parte, usted debe ser el primero a tomar la actitud de fe, de lo contrario Él no hará la parte de Él.
¿Qué es la fe? No es suficiente el hecho de ir a la iglesia, tener una religión, ¡NO! La fe es el camino que conduce a la presencia de Dios, ella le llevará al Altar de Dios.
La fe es la que le aproximará a Dios. La fe no facilita las cosas, sino que las hace posibles. No es porque usted tenga fe que no tendrá problemas, ¡tendrá problemas! pero ella hará que suceda lo imposible. Dios necesita ese nivel de creencia en usted, esa fe, esa aproximación, esa confianza para que pueda entrar en acción.
Las bendiciones que queremos están en el Altar de Dios, es decir, cuando nosotros dependemos del Altar, es imposible que Dios no se manifieste en nuestra vida.