Mi papá sufrió un derrame, por lo cual la mitad de su cuerpo estaba paralizado y, no aceptando verlo así, decidí apelar a la fe. Todos los domingos llevaba a la Iglesia una botella con agua, la misma que después de ser consagrada se la llevaba a mi papá para darle a beber y juntos orábamos a Dios pidiendo un milagro, y así como pedimos sucedió. Hoy mi padre puede caminar y está bien gracias a Dios. Vale la pena creer y poner la fe en práctica para ver la mano de Dios obrando en nuestra vida y en nuestra familia.
•• Sr. Pedro Verdezoto