La oración es un pilar esencial en la vida de aquel que sigue a Dios, un regalo divino que nos permite comunicarnos directamente con nuestro Padre celestial. Uno de los privilegios más maravillosos que tenemos como casados o uno que está en una relación amorosa, es la oportunidad de orar por nuestra pareja. La Palabra de Dios nos recuerda la importancia de la oración en nuestras vidas.
«Oren en el Espíritu en todo momento, con toda oración y súplica. Manténganse alerta y sean perseverantes en orar por todos los santos». (Efesios 6:18)
A través de la oración, entramos en la presencia de Dios, buscando su sabiduría y dirección en nuestra vida y en la vida de nuestros seres queridos. Cada oración nos acerca más a su corazón, permitiéndonos amarlos aún más.
A través de la oración, obtenemos una perspectiva divina, nos sintonizamos con las necesidades de nuestra pareja y buscamos la voluntad de Dios en su vida. Además, la oración es una herramienta poderosa para proteger y fortalecer el matrimonio. En un mundo donde las distracciones y las tentaciones abundan, orar por nuestra pareja se convierte en una cosa que fortalece nuestra relación y nos une en un propósito común.
Debemos mantener a nuestra pareja en nuestras oraciones, no solo en los momentos de dificultad, sino también en los momentos de alegría y gratitud.
Cada oración es una inversión en la eternidad y un acto de amor incondicional. Tome un momento para orar por su pareja. Con cada palabra y cada suspiro, usted estará edificando su matrimonio, basados en la gracia y el amor de Dios.
Mi matrimonio se restauró cuando hice una prueba con Dios
(…) Nuestras peleas escalaban hasta sufrir maltratos por parte de mi esposo
Era una mujer llena de odio, rencor, coraje e inseguridades. Por eso intenté quitarme la vida en dos ocasiones: la primera vez, me aventé de una camioneta y la segunda tomé muchas pastillas.
Todo en mi vida era un fracaso, ya que no lograba tener una vida nanciera estable, por causa de los vicios de mi esposo. En varias ocasiones nos quedábamos sin comer, el dinero no nos rendía. Lo peor de todo no era la escasez de dinero, sino los maltratos de mi esposo, ya que él me golpeaba.
Todo mi sufrimiento terminó cuando nos invitaron a participar en la Iglesia Universal; aquí aprendí a usar mi fe para poder ser libre de todo ese sufrimiento. Así fue como logré tener un encuentro con Dios.
A partir de ese día encontré el amor, la alegría, la felicidad que tanto anhelaba tener en mi corazón. Lo mejor de todo fue cuando recibí el Espíritu Santo, fue ahí cuando mi vida y mi matrimonio se transformaron, Dios cambió a mi esposo, y él dejó el vicio.