Probando la palabra de Dios
Cuando eran pocos en número, muy pocos, y forasteros en ella, y vagaban de nación en nación, y de un reino a otro pueblo, Él no permitió que nadie los oprimiera, y por amor a ellos reprendió a reyes, diciendo: No toquéis a Mis ungidos, ni hagáis mal a Mis profetas. Y llamó al hambre sobre la tierra, quebró todo sustento de pan. Envió a un hombre delante de ellos, a José, vendido como esclavo. Con grillos afligieron sus pies, él mismo fue puesto en cadenas, hasta que la profecía se cumplió; la palabra del Señor lo puso a prueba. El rey envió, y lo soltó, el soberano de los pueblos, lo puso en libertad. Lo puso por señor de su casa, y administrador sobre todos sus bienes, para que encarcelara a sus príncipes a voluntad suya, y a sus ancianos enseñara sabiduría. Salmo 105:12-22
Había una profecía envolviéndolo a José. Era algo grande, que expresaba la soberana voluntad de Dios con relación a Su pueblo. Pero, para que la profecía se cumpliera, José tenía que ser aprobado en la prueba de la Palabra del Señor. ¿Qué es la prueba de la Palabra del Señor? Es lo que se hace para probar que se cree en ella. El sacrificio es la mayor expresión de fe o creencia.
¿Qué es lo que José tenía que sacrificar a Dios? Su sacrificio era mantener su creencia en la profecía, visible delante de Dios. En el sueño que tuvo (profecía), todos sus hermanos (la mayoría eran mayores que él), incluyendo a sus padres (Jacob y Raquel), se "curvarían" delante de él, en reverencia. Sin embargo, lo que él vivió, al principio, fue algo completamente diferente. José se volvió esclavo y después prisionero. Aparentemente, estuvo más lejos del cumplimiento de la profecía, y esa es la misma sensación que tenemos cuando sacrificamos lo que nuestra fe demanda.
Sin embargo, él guardó, y no solo guardó, sino materializó la fe en la profecía, hasta que fue cumplida. Cuando la profecía fue cumplida, él se volvió el hombre más influyente del mundo conocido en esa época, no viendo solo a sus hermanos, padres y a todos los hombres más poderosos de aquella época curvándose delante de él, sino que incluso el Faraón le daba crédito total y simplemente decía: "¡Sea hecho como tú dices!"
Cuando la profecía de Dios se cumple, termina sorprendiéndonos, pues es mayor que todo lo que nos imaginamos y pensamos.
Entonces, queda aquí probado que la profecía es para el que cree, como leemos en 1 Corintios 14:22:
… pero la profecía no es para los incrédulos, sino para los creyentes.