“Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy, para que viváis, y seáis multiplicados, y entréis, y heredéis la tierra, de la cual juró el SEÑOR a vuestros padres.” (Deuteronomio 8:1)
Cuando leemos este versículo, podemos notar, que en la primera frase una palabra destaca antes que cualquier otra, ‘obra’; cuando pensamos en obra, mi cerebro inmediatamente la enlaza con otra palabra y está es ‘practica’, usted quizás se pregunte ¿qué tengo que poner en práctica? La respuesta es: mandamiento.
Entonces podemos decir que cuando nosotros ponemos en practica los mandamientos, la Palabra de Dios se cumple en nuestras.
Pero el problema surge en que muchas personas – la mayoría, si somos sinceros – no ponen en práctica lo que escuchan, tampoco ponen en práctica lo que leen y en algunos casos el leer la Palabra de Dios es tan monótono y rutinario, para ellas, como si estuvieran leyendo un libro ‘cualquiera’ o quizás un periódico, y déjeme decirle algo amigo lector: ¡La Biblia, la Palabra de Dios, no puede ser leída de esa manera!
Cuando uno lee la Biblia, la persona debe estar atenta a lo que está escrito ahí, ya que, de esa Palabra – mandamiento – depende su bendición.
Si usted pasa por alto una coma, un punto o una simple letra puede cambiar completamente la interpretación de esa Promesa y por lo tanto la práctica de la misma.
Muchas personas, viven atropellando la Palabra de Dios y luego se preguntan por qué no son bendecidas.
Primero debe cuidar y poner por obra todo mandamiento que ha ordenado Dios y luego usted pasará a vivir en la Tierra que Él prometió a vuestros padres.
A continuación en el mismo versículo leemos, “…y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído el SEÑOR tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, por probarte para saber lo que había en tu corazón.” (Deuteronomio 8:2); con esto podemos observar que todos pasan por un desierto – literalmente hablando – espiritual, pero esto no quiere decir de debamos desistir, Moisés e inclusive el pueblo de Israel estuvo 40 años viviendo en el desierto y eso se debe a que durante ese tiempo la persona se siente afligida y es probada por Dios, para saber lo hay en su corazón.
Cuando usted pasa por un desierto espiritual, usted aprende a conocerse y saber quién es; gracias a esas luchas su fe y comunión con Dios se vuelve más fuerte.