Un quebranto en mi salud me puso en una difícil situación, sin embargo, al no ver resultado, decidí apelar a la fe.
Comencé a sentir dolor y picazón en la espalda, no le di importancia, hasta que se me formó un forúnculo. Me hice múltiples exámenes y me dijeron que tenía una fuerte infección y eso me generaba fiebre, escalofríos y dolores constantes. Me intervinieron quirúrgicamente para sacar la pus. Nada de lo que tomaba daba resultado, entonces, así enferma tomé la decisión de ir a la Iglesia, llevé la botella con agua porque sabía que sólo Dios me ayudaría a salir de esa situación. Después de tomar el Agua Consagrada empecé a mejorar. El doctor se sorprendió, porque la herida había cicatrizado totalmente gracias a Dios.
•• Sra. Juana Castro