¡No lo consigo! Por más que lo intente, no consigo practicar la Palabra de Dios. Y lo peor es que, cuanto más lo intento, menos lo practico.
El problema es que, cuando una persona no teme a Dios, se vuelve muy difícil para ella lo que Él dice.
Es como una relación entre padre e hijo. Para que un hijo obedezca a los padres, no siempre es necesario enseñarle; debido a la disciplina de los padres, acaba sometiéndose de forma natural, pues entiende que sus padres son mayores y con más experiencia y, por eso, los respeta.
Muchas mujeres dicen que son “cristianas”, pero aun así, no respetan a Dios. Piensan que Él es sólo amor, que jamás se indigna y que está siempre listo para perdonar, incluso aunque sea un minuto después. Viven como quieren y no les importa lo que Dios dice, hasta les gusta ir a la iglesia porque así alivian un poco conciencia; sin embargo, sólo el cuerpo va a la iglesia, no el espíritu.
La mente se queda pensando en la casa, en el trabajo, en los hijos, en los familiares, el partido de fútbol, en las novelas, etc. Su vida es completamente diferente de lo que fingen ser. Ese tipo de mujer «cristiana» no respeta a Dios, no lo lleva serio y piensa que la salvación es sólo una broma. Su mente está siempre llena de malos pensamientos, sus pies caminan con pasos largos para unirse con las malas compañías y sus manos son nada más y nada menos que instrumentos para practicar el mal. Es obvio que cuando esta mujer lea este artículo, inmediatamente, se sentirá acusada y juzgada una señal de que se identifica con él. Y Dios le advierte: «Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno» (Mateo 10:28).