Felipe Mendes, de 33 años, recuerda que comenzó a tener falta de apetito y debilidad.
“Mis ojos y piel se volvieron amarillos”, dice. No tardó en acudir a un Centro de Salud e ingresar por el área de emergencias; cuando llegó, le pidieron realizarse un análisis de sangre de inmediato. Había fuerte sospechas de hepatitis, -una inflamación que ataca al hígado-.
Datos
En el Ecuador, se notificaron en el año 2021, 144 casos confirmados de hepatitis. Los grupos de edad con más concentración de casos es el de 20 a 49 años, seguido de 50 a 64 años.
En el mundo hay 400 millones de personas infectadas por virus de la hepatitis B y C. En la actualidad, sólo una de cada 20 personas que han contraído una hepatitis vírica sabe que están infectadas, y sólo se trata a una de cada 100 personas que la padecen.
Redireccionado al hospital, Felipe se sometió nuevas pruebas, para saber de qué tipo de hepatitis se trataba. “Me realicé las pruebas y todas resultaron no reactivas. Todo empezó a empeorar: no podía comer, mi cuerpo se ponía cada vez más amarillento”, relata. Sin embargo, buscaba ayuda médica y no obtenía respuesta.
“Pasé por 11 hospitales, fui observado por más de 30 médicos y ninguno de ellos pudo descubrir lo que tenía”.
Muerte segura
Felipe pasó de 90 a 70 kilos en una semana. “Solo podía dormir con sedantes. Llegó un momento en que sudaba un líquido verde. Me dieron de alta pero, en la madrugada empeoré, vomité y evacué mucha sangre. Regresé al hospital prácticamente muerto, directo a UCI. Estuve conectado a máquinas, con transfusiones de sangre y sueros. El médico dijo que no había nada más que hacer”, explica.
Felipe ya conocía la Iglesia Universal. “Salí del hospital un martes y fui a la Iglesia, perseverando, los síntomas desaparecieron; el color amarillo de mis ojos y piel desaparecieron y comencé a ganar peso. Al regresar al hospital, muchos profesionales de la salud me dijeron que no era posible que siguiera con vida, ya que había salido de allí prácticamente muerto. Decían que me quedaba poco tiempo de vida.
Me casé, tengo mi familia, hago actividad física, trabajo y estoy saludable. Fue por la Fe que fui sanado. Nunca dudé de que me curaría”, concluye.