“Debido a mi mal carácter – ya que me llevaba muy mal con mi familia – me fui de mi casa a los 13 años. Cuando cumplí 17 años quedé embarazada y me convertí en madre soltera. A los 23 años dejé a mi hija con mi madre y me mudé a vivir a otra ciudad a buscar trabajo. Así fue como mi vida se complicó. Me surgían trabajos pero siempre pasaba algo y los acababa perdiendo, hasta que, un día, conocí a una persona que me ofreció la posibilidad de ganar dinero de una manera 'fácil y rápida'. De este modo me adentré en el mundo de la prostitución.
Tenía que consumir drogas y alcohol para poder trabajar y acababa siempre metida en muchos problemas, por lo que acudía a brujos para que me ayudasen.
Ganaba mucho dinero, pero solo me alcanzaba para los gastos básicos; la brujería, las drogas y el alcohol. No conquistaba nada. Tuve varias relaciones sentimentales y en todas me fue mal. Las cosas iban de mal en peor y me encontraba siempre escuchando los consejos de la gente, hasta que, un día, una amiga me invitó a trabajar en un restaurant de un familiar de ella. Y, engañada, me vine a trabajar nuevamente en la prostitución. Las cosas empeoraron todavía más, ya que fui amenazada varias veces de muerte. Intenté buscar otros trabajos pero siempre se aprovechaban de mí y nunca me pagaban, por lo que me veía obligada a volver a la vida que tanto odiaba. Mi único consuelo era la bebida. Me emborrachaba todos los días desde muy temprano y cambiaba las comidas por alcohol. Hubo meses en los que ganaba hasta $ 10.000 pero, en seguida, lo perdía todo. No encontraba salida entre la brujería, la prostitución y los vicios; lo único que quería era morirme.
Sin saber qué hacer le pedí a Dios que me ayudase y, realmente, Él me extendió la mano. Un día, cuando salí a la calle, me encontré con una persona diferente; una persona que me dio ánimo. Me habló de la Iglesia Universal, y me dijo que había una solución a mis problemas, que, si luchaba y no me conformaba con vivir así, lograría ser realmente feliz. Comencé asistiendo a las reuniones y, eso, me traía paz y alivio de los tormentos que rondaban mi mente. Me sentía cada vez más fuerte y con ganas de vivir. Dejé de depender de la brujería. Abandoné por completo la prostitución, el alcohol y las drogas. Me liberé del miedo, de los complejos y de la ansiedad. Hoy en día creo en mí y en mi talento como persona. Trabajo por mi cuenta. Soy una persona completa y realizada y sé que la clave de mi victoria está en el altar de Dios.”
La Sra. Ozana buscó y encontró; clamó y recibió. ¡Qué espera usted para usar su fe y transformar su vida!