La contadora Mariana Silva, de 40 años, siempre sufría con crisis de migraña. Se realizó varios exámenes pero no mostraban problemas de salud. “Siempre iba a los médicos, tomaba varios medicamentos, pero las crisis eran constantes y no se me quitaban. Nadie descubría lo que tenía”, dice.
Mariana convivió con los dolores toda su vida hasta que, un fuerte dolor de cabeza la hizo desmayarse. “Estaba en casa sola, cuando llegó mi esposo, estaba en el suelo. Así que me llevó al hospital”, recuerda.
Allí se constató que había sufrido un accidente cerebro vascular (ACV) hemorrágico, por lo que fue transferida a otro hospital, Mariana fue inducida al coma para ser sometida a una cirugía y extraer la sangre que se acumulaba en grandes cantidades en su cerebro.
Durante esos días de angustia, su familia, que ya asistía a la Iglesia Universal, oraba a Dios por su sanidad. Su s u e g r a , Helenita , cuenta cómo fue esa situación : “ cuando visitamos a Mariana, era como si estuviera muerta. Los médicos no daban perspectiva de vida, dijeron que su final era la muerte porque tenía mucha sangre en la cabeza.
Si salía del hospital, sería en silla de ruedas y en estado vegetal”. Incluso después de escuchar esas palabras, Helenita no se dio por vencida y usó su fe. Ella clamaba a Dios todos los días por un cambio en la salud de su nuera. “Tomé el lienzo de la cadena de sanidad y lo puse sobre su cama, siempre en oración y determinando su cura”.
Mariana tuvo lo que es considerado como “mejoría de la muerte”, cuando un paciente mejora repentinamente y poco después muere. La misma Mariana describe cómo se sintió: “Me desperté y me sentía bien. Todos estábamos felices, pero a las cuatro de la mañana siguiente tuve un paro cardíaco y ‘morí'».
El valle de la sombra de la muerte
Del hospital llamaron al esposo de Mariana, la familia se dio cuenta de que algo malo había pasado. Helenita cuenta cómo fue ese momento: “Mi hijo me llamó diciéndome que mi nuera había fallecido”.
Mariana había sufrido una muerte súbita cardiaca, pero los médicos no podían aceptar perder a alguien tan joven y trataron de reanimarla. Le dieron cuatro descargas eléctricas con el desfibrilador, a la quinta desfibrilación, el corazón de Mariana volvió a latir. Todos los días los boletines médicos mostraban evolución.
“Realmente me encontré en el valle de la sombra de la muerte y, recuerdo que me sentí tranquila, porque me di cuenta de que no estaba sola”. Mariana fue dada de alta, lo que fue considerado un verdadero milagro por todos los que siguieron el caso. Hoy vive sin secuelas, limitaciones ni dolores y en perfecta salud.
La fe fue fundamental e incluso su embarazo, que decían que no podía suceder, también sucedió. “Cuando usamos la fe y sacrificamos para Dios, vencemos hasta la muerte”, concluye Mariana.