No soy defensora del movimiento feminista. Incluso, no estoy de acuerdo, basada en la Biblia, con algunos de sus ideales, pero reconozco que hoy disfrutamos derechos conquistados por mujeres que lucharon mucho.
Algunos de esos derechos legítimos son: firmar contratos, tener propiedades a su nombre , el derecho al voto, los derechos laborales, el derecho a usar anticonceptivos, los cuidados prenatales, la licencia por maternidad, preservar la integridad física, etc.
Sin embargo, en esta búsqueda por la igualdad, perdemos algunas cosas peculiares de la mujer y su naturaleza femenina. Y sobre eso me gustaría escribir y promover un comportamiento que se está perdiendo.
Las mujeres pidieron la liberación sexual: en los últimos 40 años, fue visible el aumento de la promiscuidad, de las enfermedades de transmisión sexual y del embarazo no deseado. Millones de niños han nacido sin un hogar donde sean acogidos y ni siquiera saben quién es el padre. Las madres necesitan ir a los tribunales a exigir por lo menos una pensión. El amor ni siquiera entra en cuestión.
Las mujeres se han entregado a quien desea solo su cuerpo y que no está dispuesto a amar el alma que está allí.
La libertad es un regalo que recibimos de Dios cuando nacemos, pero tiene un precio, que es saber hacer las elecciones correctas. Porque si no, la cuenta llega y puede ser demasiado alta.
Ellas también les están impidiendo a los hombres que sean lo que ellos fueron designados para ser: protectores.
Aunque tú trabajes, aunque te sea fácil abrir la puerta, aunque tengas las respuestas, aunque sepas cambiarlas lamparitas, etc., permite que tu marido o novio sea gentil y te ayude.
Escucho a mujeres quejándose de que no existen más hombres románticos y caballeros, pero ellas mismas están contribuyendo para que eso se extinga.
Antes de salir a cargar todas las bolsas y de reclamar que no se hacen más hombres como antiguamente, ¿qué tal decir?: "Quién me diera tener la fuerza que tú tienes, mi amor, para lograr cargar todo este peso…" La reacción de él será inmediata: sujetará todo el peso y, quién sabe, no te sujetará en los brazos también, para mostrar que es fuerte, jajaja.
Deja que te abra la puerta del auto, que te acerque la silla, que te ceda el turno, que sostenga el paraguas, que te abrigue con el saco, que te abra el frasco de aceitunas, que llame al camarero…
No somos débiles porque nos gustan las flores, los elogios cuando vamos al salón de belleza o porque nos gusta conversar. Solo somos mujeres…
¿Y qué regla es esa que la mujer tiene que compartir la cuenta del restaurante todas las veces?
Si él tiene condiciones para pagar, ¡no hay nada de malo en eso!
En el pasado, las feministas fueron a las calles y quemaron sus sostenes, sus zapatos de taco alto, sus maquillajes, sus pestañas postizas, sus cintas… como forma de protesta. Rápidamente descubrieron lo que ya sabían: era muy difícil estar sin esas cosas. Tuvieron que comprar todo de nuevo. ¿Acaso somos inferiores porque usamos, necesitamos y nos gusta eso?
Inhibir a un hombre de ser un caballero es hacer lo mismo.
Si eres sabia, debes saber perfectamente lo que es bueno y lo que necesitas como mujer.
Nada de imposiciones que roban el privilegio de ser mujer.
Y los hombres y las mujeres se merecen ser tratados con igual dignidad y respeto, dentro de sus diferencias.
Este tema da para una buena conversación. ¿Cuál es tu opinión?
¿De qué sientes falta hoy y qué le pedirías que cambien a los hombres?
No sé si ellos van a leer nuestras opiniones, pero por lo menos vamos a aclarar más este tema, ¿no les parece?
Hum… tuve una idea: ¿qué tal si le mandas este post a un amigo para ver su opinión?