Priscila escuchó esta afirmación de los médicos, quienes quisieron desconectar los dispositivos que la mantenían con vida.
Lo que comenzó como una noche de sueño tranquilo, terminó como una pesadilla para Priscila. Cuando despertó percibió que no podía sentir las piernas ni los brazos.
Llevada de urgencia al hospital, fue sometida a una serie de pruebas, descubriendo algo alarmante: padecía una rara enfermedad conocida como Síndrome de Guillain Barré. Sus anticuerpos atacaban su sistema nervioso, haciendo que sus órganos vitales funcionen con eficiencia. Su salud empeoró, le colocaron ventilación mecánica porque no podía respirar por sí misma.
“El médico me repetía constantemente que ni siquiera Dios podía sacarme con vida de ese hospital”, relata. Para ella, el momento más oscuro fue cuando los médicos reunieron a su familia y anunciaron que posiblemente sería necesario desconectar la respiración artificial. “Ver llorar a toda mi familia fue devastador”, explica Priscila. Ella, sin embargo, se negó a darse por vencida y confió en que Dios tenía un plan para su sanidad. Su esposo, jugó un papel fundamental, fortaleciendo su fe y luchando por ella incansablemente.
“Mi esposo participaba en la Iglesia Universal en favor de mi sanidad”, dice. El episodio más sorprendente fue cuando los médicos estaban a punto de desconectarla: “Empecé a respirar por mi cuenta. Fue ahí que Dios hizo lo imposible”, relata. Su camino hacia la recuperación total no fue fácil.
Tuvo que volver aprender a caminar y enfrentó el desafío emocional de no ser reconocida por su hija cuando fue dada de alta, debido a su drástica pérdida de peso. A pesar de todas las di- cultades, Priscila superó los obstáculos y hoy arma ser un testimonio vivo del poder de la fe y la perseverancia.