Cuando estamos en medio de problemas y humillaciones, tendemos a cerrarnos, y quedar revolviendo la situación. Absorbemos tanto el pensamiento de que no hay forma, que la vida es demasiado dura con nosotros o que la culpa de nuestro dolor es de los demás y por ello, la solución puede aparecer delante de nosotros y no logramos o tardamos mucho en identificarla.
Veo eso en la historia de Israel en Jueces 6,7 y 8.
Gedeón era un hombre indignado. Trabajaba intentando guardar el único alimento que había quedado, porque durante siete años toda la nación plantaba, pero, a la hora de la cosecha, los enemigos venían y se lo llevaban todo.
Aquel ciclo de sufrimiento era resultado del pecado y de la separación de Dios. O sea, cuanto más el hombre camina en dirección opuesta al Altar, más vulnerable al mal queda.
Apartar Su Mano y dejar a la persona entregada a si misma es la forma que el Señor tiene para disciplinar a los rebeldes. Por desgracia, hay personas que incluso cuando sus vidas están en desorden total, logran reflexionar y arrepentirse de sus errores.
Pero, cuando Israel se humilló y clamó por socorro, la respuesta vino inmediatamente, pues Dios no ignora peticiones sinceras.
El día comenzó como cualquier otro en el pueblo de Gedeón y una vez más él se iba a esconder con el fin de trabajar de manera segura. Pero, había una visita especial esperando, debajo de una encina: era el Ángel del Señor, la manifestación del propio Señor Jesús. ¿Cuántos hombres había en aquella nación? ¡Sin embargo, sólo uno tuvo el enorme privilegio!
El perfil de Gedeón no era perfecto como de un héroe de película. Él al inicio, cuestionó, hasta que sus incertezas se transformaron en poderosa fe.
Él decidió cuestionar la causa de aquel sufrimiento, cuando la respuesta estaba todos los días delante de él. Su familia y su pueblo eran infieles y mantenían altares a los dioses paganos, por lo tanto, eran los únicos responsables por el propio fracaso.
Gedeón incluso se atrevió a hablar de sus condiciones humanas, una vez que nació en el clan más pobre e idólatra y por si fuera poco, él era el más pequeño de entre ellos. Es como si dijera: “Señor, vea mi condición. ¿Seguro que quiere contar conmigo?
En otras palabras, el aliento Divino no estaba siendo suficiente, pues él necesitaba preguntar de muchas formas si Dios estaba seguro de lo que quería hacer, y si él era la persona cierta para aquella misión.
Cada vez que leo o escucho sobre el llamado de Gedeón, mi interior se incendia al ver la compasión del Todopoderoso ante la pequeñez humana. ¡Y como Él puede hacer cosas grandiosas a través de una única persona que cree!
¡La historia de Gedeón se repite en nuestros días! Muchas veces nosotros nos asemejamos más a su reticencia y en su “¿Por qué?” que en su posterior destreza, después de tener su fe despertada.
Suplicamos tanto respuesta, y cuando el Ángel nos visita para traer la oportunidad de libramiento, navegamos mucho y muy lentamente por las aguas profundas de los cuestionamientos, pidiendo señales infundadas aquí y allí, que el Ángel decide ir en busca de otro valiente, ¿no es verdad?
Digo eso porque ya me equivoqué, pues en el auge de los dolores intensos y desiertos de lágrimas, me atreví a preguntar a Dios sobre lo que Él haría al respecto, cuando en realidad, Él ya me había dado todas las garantías de fidelidad y victoria dentro de Su Palabra, lo cual debería ser suficiente para mí.
¡Aprendí en la practica que el Eterno Dios nunca falla! Somos nosotros los que corremos el riesgo de fallar en nuestra fe con objeciones, ansiedades, dudas, medos y vergüenzas.
Somos nosotros los que muchas veces, perdemos la confianza del “ir en Su fuerza”, y deberíamos estar apegados a la fe únicamente, y no en la fuerza del brazo o del conocimiento.
Somos nosotros quienes transformamos el valor en excusas y quedamos estancados en largos ciclos de sufrimiento.
Somos nosotros quienes miramos a nuestro alrededor y hacia nuestra historia limitando el Todopoderoso a las imposibilidades humanas.
Aquellos que caminaron con Dios y probaron Su Poder no necesitaban de ninguna ayuda extra, sino de la Palabra ¡“VE”!. En ella está incluido TODO lo que necesitamos para vencer y permanecer hasta el fin, aunque haya cualquier amenaza externa y perturbadora.
¡Nos vemos la próxima semana!