Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa… Mateo 5:14,15
Nuestra luz tiene que estar en lo alto, donde puede resplandecer y, consecuentemente, donde todos la puedan ver. Pero, ¿qué luz es esa? ¿Dónde está la luz de los que sirven a Dios?
1. No, no está en la religión que profesa o en la denominación a la que pertenece. Esa luz resplandece, no es hablada por meras palabras.
2. No, no está en las buenas obras que usted hace, pues antes de ellas, la luz resplandece – lea el versículo nuevamente. Primero la luz resplandece para que después los hombres puedan ver sus buenas obras.
3. No, no está en su interior. Para que las personas la vean, debe ocurrir en el exterior, pues nuestro interior no puede ser visto por los hombres, sino solo por Dios.
Entonces, ¿qué luz es esa que resplandece?
Miremos la luz que resplandeció en la vida de Abraham. En ningún momento leemos en la Biblia que él les hablaba de Dios a las personas, o que era un hombre involucrado en acciones sociales. El propio carácter de Dios en él solo podía ser visto por quienes lo conocían, por lo tanto, ¿cómo es que la luz resplandeció tanto en su época y continúa resplandeciendo en la nuestra?
La vida de Abraham llamaba la atención.
Comenzando por su vida sentimental. Abraham estaba bien casado. Incluso al principio no teniendo hijos, Abraham era fiel a Sara y la amaba extremadamente. La Biblia relata que Sara era linda y respetaba a su marido al punto de llamarlo “señor”.
Abraham fue un hombre próspero, aun en el medio del desierto, como peregrino durante muchos años. Antes incluso de tener un descendiente, él ya prosperaba. Sus siervos lo servían con buena predisposición.
Él era un hombre lleno de salud, e, incluso con una edad avanzada, lideró un pequeño ejército de 318 hombres y venció la guerra contra cuatro reyes.
La vida de Abraham era una luz que resplandecía en el monte, solo no la veía quien no la quería ver. Fue así que las personas comenzaron a querer ver quién era Abraham… Cuáles eran sus buenas obras… Quién era su Dios.
Si Abraham hubiera ido a evangelizar a un enfermo en esa época, el enfermo se hubiera sentido honrado de recibirlo en su casa… Todo lo que pudiera venir de su boca venía con el crédito de la vida que él poseía.
Lo mismo no puede ser hecho por muchos que sirven a Dios hoy. Hablan de Dios, hacen buenas obras, pero su vida no ha resplandecido… Por eso, pocos ven sus buenas obras y, aun así, muchas veces ni siquiera esos le prestan atención.
Si usted no es un cristiano feliz en el amor, próspero y saludable, aún no conoció la vida abundante que el Señor Jesús le trajo a quienes Lo aceptan. Usted puede tener el Espíritu Santo, hacer varias acciones sociales, ser un obrero activo en la Obra de Dios, pero su vida aún no Lo sirve.
¿Quiere servir a Dios? ¿Quiere hablar de Él? ¿Quiere que Él sea glorificado?
Sírvalo con su testimonio. Deje que su vida hable de Él por usted.
Y, si acaso no se convenció de eso, entonces OBEDEZCA LA ORDEN DEL DIOS ALTÍSIMO cuando dice:
MIRAD A ABRAHAM vuestro padre, y a Sara que os dio a luz; porque cuando no era más que uno solo lo llamé, y lo bendije y lo multipliqué (LO HICE RIQUÍSIMO). Isaías 51:2
PARA QUE ENTONCES…
Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos. Mateo 5:16