Un raro cáncer hizo que Adriana vea de cerca la muerte, pero la
fe fue su aliada.
Hace dos años, la empresaria Adriana, de 41 años, comenzó a sentir fuertes dolores en la zona lumbar y a tener sangrado al defecar. Ella pensó que era algo simple, pero, no dejó pasar por alto los síntomas y buscó a un médico que la derivó al especialista.
“En ese momento me asusté, vi que era algo más grande porque el especialista me mandó a realizarme una biopsia; para mi sorpresa era cáncer”, recuerda.
El examen indicó que tenía un carcinoma. El médico le dijo que el tipo de cáncer que tenía por lo general aparecía en la región de la boca o nariz, pero a ella le pasaba en la región del conducto rectal y, por lo tanto, se consideraba un cáncer raro.
En total, Adriana pasó por seis hospitalizaciones y treinta sesiones de quimioterapia. Su apariencia revelaba el estado de su salud. “En esa época, perdí mucho peso, llegando a pesar 50 kilos; vomitaba mucho y no comía. Sólo podía beber agua y jugo”, dice.
Las sesiones de radioterapia, eran dolorosas, e incluso tuvo quemaduras de tercer grado. Adriana dice que se le “desprendió la piel por todas las piernas y le dolía mucho”, pero no se desanimó.
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Carcinoma de Recto
El carcinoma de recto se desarrolla en la parte final del intestino grueso y puede estar asociado a la alimentación, enfermedades inflamatorias intestinales, antecedentes familiares o hábitos poco saludables. Los síntomas iniciales pueden ir desde dolores abdominales, presencia de sangre en las heces hasta cambios en el apetito. El tratamiento es definido por el profesional según la localización del tumor y su estado, que puede consistir en colostomía o ileostomía, quimioterapia, radioterapia o cirugía para su extirpación.
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La fe como aliada
Conociendo el trabajo de la Iglesia Universal, ella se dio cuenta que Dios podía cambiar esa situación; por lo que comenzó a ser constante y obediente, pues tenía la certeza de que a través de su fe obtendría la sanidad, así que, empezó a buscar su cura en las reuniones de martes, además de seguir obedeciendo las recomendaciones médicas.
También hizo un voto con Dios: “Me despertaba todos los días a las tres de la mañana para orar y determinaba -cáncer, tú no me perteneces y mi cuerpo es Templo y morada del Espíritu Santo-”, afirma.
Perseverando hasta conseguir el milagro
Meses después de recibir el diagnóstico, al repetir los exámenes, el número de ganglios linfáticos (que en un principio eran seis repartidos por todo su cuerpo) y el tumor se habían reducido. Pero su sanidad fue un proceso y ella siguió perseverando.
“En el último examen, a poco más de un año del diagnóstico, sólo quedó una cicatriz en el sitio del tumor”, revela, y destaca que no se sometió a ningún procedimiento quirúrgico.
“Me levantaba todos los días a las tres de la mañana para orar y determinaba ′cancer, tu no me perteneces y mi cuerpo es Templo y morada del Espíritu Santo.”
Después de obedecer las recomendaciones médicas y la orientación sobre el uso de la fe, testifica que está completamente curada del tumor. “Solo puedo agradecer a Dios y a todos los que lucharon conmigo en esta batalla que me trajo la victoria”, concluye.