Sentí un dolor muy fuerte. Apenas podía ponerme de pie. Me llevaron de emergencias al hospital, donde me hicieron pruebas y el resultado fue que la filtración de mis riñones estaba casi detenida.
Fui ingresada para recibir tratamiento y estar en observación médica, pero mi salud sólo empeoró. Debido a eso, terminé entrando en coma, permaneciendo así durante 60 días.
Mientras estaba en esta situación, sólo vislumbraba lo que estaba sucediendo en esos momentos. Cuando entré en coma, no sentí dolor, pero escuché a visitantes sorprendidos decir que estaba irreconocible, que parecía estar muerta. no sabía bien qué estaba pasando.
Mis padres quienes ya asistían a la Iglesia Universal y, conociendo la fe, sabían que sólo un milagro podía salvarme. Ellos participaban de la cadena de sanidad los días martes. Incluso con los médicos diciendo que no había salida, mantuvieron la fe y esperanza en mi cura.
Después de unos dos meses, fui dada de alta. Para los médicos, fue una sorpresa, ya que no creían que una condición de salud tan grave pudiera revertirse. Los médicos quedaron impresionados, porque, debido al estado en el que llegué, mejoré rápidamente. Me dieron de alta sin secuelas y sin ningún tipo de medicación. Dijeron que realmente fue un milagro.
Estoy muy agradecida con Dios, porque si no fuera por Él, no estaría aquí. Tuve la oportunidad de nacer de nuevo. Mi salud ha sido restaurada a través de la fe.
•• Débora Renata Silva