Después de más de cinco años, era momento de armar de nuevo las maletas. Había llegado el momento de irnos a otro país. Mi hija ya estaba adaptada y ahora tenía que dejar a sus amigos y escuela…Entre tantas experiencias que vivimos juntas, una de ellas fue inolvidable en esos días.
En la semana que nos mudabamos, supe que mi hija se tendría que quedar a causa de unos documentos. Luchamos para conseguirlos, pero…no tuvimos éxito. Ella se tendría que quedar con una amiga. En ese momento, vino una mezcla tóxica de sentimientos: dudas, inseguridades, tristeza. Ni siquiera yo sabía explicar lo que estaba dentro de mí.
Agachada para reorganizar una maleta, pedí ayuda…pedí que Él hablara conmigo, apenas una palabra. Con ella yo seguiría adelante. Jamás pensé que iba a pasar por eso y preguntaba:-“¿Qué es lo que el Señor quiere?”
Allí, en aquel momento, estaba agachada y llena de sentimientos;sin embargo, estaba con mis pensamientos vueltos hacia Dios, suplicándole que atendiese mi necesidad.
Él habló conmigo de manera muy linda:-“Para todas las cosas debajo del cielo, hay un propósito”.
Aquella Palabra produjo un efecto sobrenatural en ese mismo momento. Me levanté y estaba convencida de lo que Él me había dicho. A partir de aquel momento, sabía que había un objetivo que alcanzar a través de esa situación ya que nada estaba sucediendo por casualidad. Mi hija derramaba sus lágrimas y me pedía para ir con nosotros; y yo le afirmé con convicción:-“Tú te quedas y luego, yo te voy a buscar al aeropuerto”.
Abracé a mis compañeras en una despedida linda que jamás podré olvidar, dejando a mi hija allí y al cuidado de ellas.
Viajé leve, segura y confiada en aquella Palabra que Dios me dio; y en el transcurso de los días esa misma Palabra me sustentaba cuando yo extrañaba a mi hija. Cuando me preguntaban “cuándo”, yo misma me preguntaba cómo iba a ser el hecho de que ella viajara sola…Ella nunca había viajado sin mi.
Sí, amigas…muchas preguntas y todas ellas eran destruidas con la misma Palabra:
-“Para todas las cosas debajo del cielo, existe un propósito”.
Después de algunas semanas, recibí a mi hija en el aeropuerto: saludable, feliz de volver a verme, eufórica por las novedades, muchas cosas para contarme, muchas experiencias al haber estado lejos y muchos, muchos gestos de cariño. *:) feliz Al contar esta experiencia para algunas madres, una llegó a abrazarme y me dijo cuánto yo la había ayudado a través de esta experiencia.
El objetivo de Dios nunca es egoísta, siempre alcanza a otras personas. Si yo hubiera actuado como una persona egoísta, pensando solamente en mí, llorisqueando mis sentimientos; ¿qué es lo que habría de nuevo? ¿Qué hubiera aprendido? ¿Qué tendría para enseñar?
Cuando usted, madre, confía en la Palabra de Dios; en aquello que Él le da directamente para suplir sus necesidades, usted se queda segura. Sin embargo, al oír la voz de los sentimientos, imprevistos, problemas; usted se vuelve débil, insegura, triste y consecuentemente adicta a ese veneno que la emoción carga con ella.