Representa la entrega de su TODO, por el TODO DE DIOS.
En el Altar, usted entrega todo lo que tiene, que no es todo lo que le gustaría tener, para recibir todo lo que aún no tiene, pero que es todo lo que quiere tener.
Siendo así, el sacrificio que ofrece en el Altar representa la vida que ya no desea tener y que usted se niega a continuar viviendo, por eso, se la entrega a Dios.
Este ejemplo de fe muestra cómo sucede esto:
TODO lo que Abraham tenía era un hijo, pero él quería ser padre de un pueblo numeroso. Por eso, entregó a su hijo (que representaba la vida que él ya no quería seguir teniendo: quiere decir ser padre de una sola persona) para ser padre de una gran nación (la vida que quería tener).
Es por eso que solamente los indignados sacrifican y se entregan por completo, ellos son los únicos que rechazan la vida que están viviendo.
Así como Abraham, él no se conformó con tener lo que consuela, sino que persiguió lo que impresiona.
Por su parte quien no sacrifica ni se entrega, en el fondo, desea continuar viviendo la misma vida, quiere decir que no le importa pasar el resto de sus días con las mismas limitaciones, los mismos problemas, las mismas situaciones o condiciones…, en pocas palabras es feliz con la vida que lleva.
Es cuestión de lógica: si el sacrificio representa la vida que usted no quiere más, si no sacrifica, está confirmando que está satisfecho con la vida que tiene. Y, si usted está satisfecho con su vida, ¿Cómo y por qué ella cambiaría?.
Si usted está indignado y no quiere seguir teniendo la misma vida que lleva, hágase estas preguntas: ¿Qué es todo lo que tengo hasta hoy? ¿quiero seguir teniendo lo mismo por el resto de mi vida? Si su respuesta a esta pregunta es NO, entregue todo en las manos de Dios y verá las mayores bendiciones acontecer en su vida.