Actualmente, es muy difícil conocer la verdadera cara de una persona, llegando a servir este asunto de inspiración para músicos y poetas. Las personas ya crecen pensando en la manera de esconder su verdadera personalidad. Unos para protegerse, y otros, para ganarse el respeto y la honra.
Diariamente, lo que se ve en los medios son personas sonriendo como si fuesen felices; sin embargo, esas personas son las mismas que sufren con insomnio, que no logran tener una relación duradera, etc.
Una de las cosas que Dios más desea es encontrar en nosotras un corazón sincero. No es que Dios no nos conozca, al contrario, Él sabe incluso cuántos cabellos tenemos en la cabeza, pero cuando abrimos el corazón para Él, automáticamente nos libramos de las máscaras.
Muchas personas tienen dificultad para entender lo que significa abrir el corazón. Escuchan esa expresión siempre y la consideran como algo sin importancia, ¡pero no es así! Mientras estemos apegadas a nuestra máscara, es decir, a nuestro orgullo, Dios no podrá ayudarnos. Podemos orar, ayunar, hacer propósitos… pero, aun así, no vamos a encontrarle. Dios nos conoce, incluso más que nosotras mismas. Por eso, ¿para qué esconderle lo que realmente somos? ¿Por qué colocarnos una máscara y fingir? ¿Será que todavía no estamos sufriendo lo suficiente? La verdad es que cuando no somos sinceras con Dios, nos convertimos en ¡verdaderas tontas ante Sus ojos! Aun así, hay personas que prefieren mantener la apariencia de felicidad. No importa lo que estén enfrentando, lo que interesa es que los demás piensen que son felices – ¡como si alguien tuviese una vida perfecta en este mundo! “El orgullo del hombre lo humillará, pero el de espíritu humilde obtendrá honores» (Proverbios 29:23).
Nuestra verdadera cara es visible ante los ojos de Dios y solamente una tonta intentaría esconder quién es realmente. Por eso, sé tú misma y permite que Dios te moldee.