En la vida, pocos logran entender que, grandes dificultades resultan en enormes posibilidades. Por esta falta de entendimiento terminan frustrados, decaídos y avergonzados delante de los obstáculos, prefiriendo luego la “vía rápida”, llamada desistir.
En pleno siglo XXI, donde cada día las grandes potencias van “desvalorizando” a los pequeños, pues la sociedad se ha vuelto esclava, ya no a los azotes o cadenas, sino más bien, se tornó esclava de la situación impuesta por los problemas, se pasó a dar más importancia a las dificultades, que a la búsqueda de soluciones.
La Iglesia Universal trabaja a diario para liberar a las personas de esta esclavitud mental, espiritual y social. Sabemos que no hay imposibles cuando la persona decide tomar el control ya que es posible lograr una vida de calidad.
Para el pueblo de Israel, en los tiempos de Josué, era muy difícil creer que era posible conquistar algo, puesto que fueron esclavos y nunca habían conquistado nada.
Las ciudades estaban rodeadas de murallas de piedra. La más famosa de esos tiempos era la de Jericó, como vemos en el Antiguo Testamento. En verdad, era una protección doble, como una gran muralla dentro de otra, con un espacio de 5 metros entre ellas.
Un pueblo debilitado y cansado entendió, por medio de su líder Josué, que no debía contar con su fuerza. En lugar de espadas y escudos eran trompetas, gritos y oraciones.
“Y el Señor dijo a Josué: Mira, he entregado en tu mano a Jericó y a su rey con sus valientes guerreros. Marchar é i s alrededor de la ciudad todos los hombres de guerra rodeando la ciudad una vez. Así lo harás por seis días. Y siete sacerdotes llevarán siete trompetas de cuerno de carnero delante del arca; y al séptimo día marcharéis alrededor de la ciudad siete veces, y los sacerdotes tocarán las trompetas”. Josué 6:2-4.
Después de rodearla 7 días, los muros simplemente se desmoronarían. No sería por la acción física del hombre, ni por artefactos mecánicos, sino por la acción de Dios.
Todos tenemos momentos en la vida, donde nos encontraremos con innumerables murallas que enfrentar, sin embargo, lo que hará la diferencia será la manera en la cual actuamos. Es decir, si quedamos cuestionando nuestros problemas o si tomamos una actitud para derrumbar aquel problema. Así como Dios liberó al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto y les dio la Tierra Prometida, también quiere dársela a usted. Pero, para que eso suceda, no es suficiente sólo creer en la profecía. Es necesario actuar, luchar, poner toda su fuerza. ¿ En qué área se encuentra la muralla que usted necesita derribar? ¿Económica, familiar, sentimental, en la salud, o en una causa que, a sus ojos, es imposible resolver?
¡No se acomode a su problema tenga una actitud de coraje y tome posesión de su Tierra Prometida!