Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.” (Santiago 4:7)
La orden es clara. Sin embargo, muchos han invertido este consejo y resisten la voz de Dios, cuando la persona resiste a Dios, ella está resistiendo al propio Espíritu Santo. Tal vez usted se preguntarán cómo una persona se resiste a Dios, para consecuentemente someterse al Diablo; cuando la persona no obedece lo que está escrito en Su Palabra, ella da la espalda para Dios y se sujeta al diablo, comienza a hacer la voluntad de él.
Muchas son las personas hoy en día que están pasando por dificultades que para los ojos humanos son imposibles de resolver, sin embargo, ellas en vez de aferrarse a Dios, se desesperan y buscan solucionar sus problemas con sus propias fuerzas, y sin darse cuenta terminan apartándose de la presencia de Dios.
El diablo no tiene ningún interés en huir de alguien, por el contrario, su deseo es mostrar quién es él en la vida del ser humano, y para qué vino – robar, matar y destruir. Él es capaz de todo para no salir del matrimonio, de la salud, de la vida sentimental, de la familia, de la vida económica, etc.
Pero, ¿qué poder es ese que él ve en la vida de una persona, que es superior a su fuerza, al punto de hacerlo huir?
Sólo aquellos que se someten a Dios, resisten al diablo, porque obedecen. Obedece, resistiéndose a sí mismo, a los anhelos de su corazón, a los anhelos del mal, a los anhelos del mundo. Resiste a sus deseos, resiste el miedo, resiste a la duda. Se sujeta a la Palabra, creyendo incondicionalmente. Recibe poder y autoridad del propio Dios.
Transformándose en un soldado fuerte y dispuesto a dar lo mejor para el Dios Vivo, capaz de derribar a cualquier enemigo por la fuerza de su fe. Se convierte en la imagen del propio Dios, un representante del Señor Jesús. Al ver al siervo de Dios revestido de tal autoridad, que logró por obediencia a su Señor, lo único que le queda al diablo es huir.
“El Señor derrotará a tus enemigos que se levantaren contra ti; por un camino saldrán contra ti, y por siete caminos huirán de delante de ti.” (Deuteronomio 28:7)