Todos tenemos sueños, los mismos son los que nos llevan a buscar una vida mejor. Existen sueños que podemos realizar por nosotros mismos y otros para los que necesitamos la ayuda de Dios. Para que un sueño se haga realidad, es necesario sacrificar. Quien sueña en convertirse en un profesional, deberá sacrificar horas de sueño, salidas y tiempo con los amigos para lograr el objetivo. Así también quien quiere tener una casa propia deberá sacrificar sus voluntades, es decir, trabajar más y descansar menos para poder obtenerla. Para lograr este tipo de cosas es necesario sacrificar, imagine lo que habría qué hacer para alcanzar las cosas de Dios, que son superiores.
Cuando Dios nos da un sueño, también da fe para realizarlo, ese ha sido el caso de muchos hombres de Dios que dejaron de ver para las dificultades físicas, ignoraron las dudas y pensamientos negativos para vencer y alcanzar sus sueños.
Para que el rey David pudiera ser recordado hoy, como el joven que derribó al gigante Goliat, usando apenas una piedrita, le fue necesario ignorar a todas las personas que dudaban de él cuando se dispuso a luchar contra el hombre que estaba desafiando al pueblo de Israel.
Otro personaje bíblico que demuestra cuán importante es preservarse de las opiniones contrarias es José. El hijo menor de Jacob sufrió duras consecuencias a causa de la envidia de sus hermanos, que llegaron a venderlo como esclavo.
“José tuvo un sueño, se lo contó a sus hermanos y ellos lo odiaron todavía más. José les dijo: —Oigan este sueño que tuve. Estábamos juntos amarrando manojos de trigo en la mitad del campo. De repente mi manojo se levantó y quedó derecho. Después sus manojos rodearon el mío y le hicieron reverencias. Entonces sus hermanos le dijeron: —¿Será que vas a ser nuestro rey? ¿Será que nos vas a gobernar? Ahora sus hermanos lo odiaban aún más debido a sus sueños y lo que les decía”. Génesis 37:5-7.
Un hombre soñador, José, pagó el precio de compartir sus proyectos de vida con personas que dudaban de él y lo consideraban incapaz de ser un vencedor.
No obstante, aun viendo que su vida tomó un rumbo totalmente opuesto a sus sueños, él permaneció fiel a sus convicciones. Enfrentó la esclavitud, una acusación de adulterio y también la prisión, pues sabía que estaba siendo conducido hacia el lugar donde Dios quería llevarlo.
Después de muchas luchas y sin mirar hacia las circunstancias, José fue nombrado gobernador de Egipto, viendo las promesas de Dios y sus sueños concretarse. Probablemente, si hubiera guardado consigo sus proyectos, sin dar oídos a lo que sus hermanos tenían que decir sobre eso, él habría acortado el camino a la conquista.
El mismo Dios que pone un sueño en nuestros pensamientos es el que nos da la disposición de realizarlos.