La Iglesia del Señor Jesús está compuesta por personas que nacieron de nuevo y fueron regeneradas por el Espíritu Santo, mostrándolo por medio de la calidad de su fe y carácter.
Muchas personas tienen el conocimiento de la letra de la Palabra, pero les falta lo más importante, el Espíritu de la Palabra; es decir, son almas vivientes, pero no son espíritus vivificantes.
Muchos prefieren mantener la apariencia de que “todo esta bien”, en lugar de humillarse delante de Dios y reconocer que aún no son de Dios y que necesitan ser liberados del pecado, regenerados de su vieja naturaleza y revestidos del Espíritu de Dios.
Muchas personas están dentro de la Iglesia haciendo aparentemente todo bien; es decir, oran, ofrendan, diezman, e incluso hacen sacrificios económicos; pero no se entregan, no abandonan el pecado, no son sinceras delante de Dios reconociendo lo que son y lo que hacen, por eso son personas con un semblante decaído, débiles en la fe, sin carácter y cuyas vidas no reflejan la gloria de Dios.
“Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores». (Mateo 26:38-45)
El Señor Jesús tomó el cáliz de la maldición para así llevar nuestras maldiciones y darnos salvación, sufrió la muerte para darnos vida, estando en la cruz no llamó a Dios de Padre, mostrando así, que estaba separado de Dios por nuestra causa, Él soportó todo por la humanidad. Jesús en el calvario consumó su sacrificio es decir, hizo todo por nosotros y ahora es cada uno que debe consumar su sacrificio por Él, entregando su vida en el Altar como sacrificio vivo delante de Dios.
Participe del Ayuno de Daniel, sepa cómo acercándose este Miércoles en la Reunión del Espíritu Santo. A las 7h, 10h, 12h, 15h y 19h.
Templo de la Fe: Av. de Las Américas 305 norte de Guayaquil y en todas las Iglesias Universal del país, haga clik aqui.