Si bien es cierto que todo el mundo se equivoca, persistir en los errores, no es sensato.
¿Quién no se ha metido en problemas porque aceptó una invitación de un amigo malicioso y luego trató de justificarse diciendo que fueron malas compañías las que lo influenciaron?
Muchas veces, las amistades sí pueden influir en nuestras decisiones, pero hay un detalle que no se puede pasar por alto en ninguna situación: somos seres pensantes, inteligentes, capaces de discernir entre el bien y el mal. Por lo tanto, al culpar sólo a los demás, ya estamos dando una excusa.
Necesitamos cuestionarnos, así muchas de las desgracias que atravesamos, podrían evitarse si pensáramos un poco antes de tomar una actitud.
Dar excusas va en contra de nuestro crecimiento personal sin que nos demos cuenta. Muchos pueden decir que estaban estancados, desesperados, que no podían actuar de otra manera, pero la verdad es que siempre hay una opción. A veces, lo que realmente falta es el coraje para optar por ella.
¿Cuántos están sin perspectivas de futuro, llenos de deudas, con problemas de salud, el matrimonio destruido o, peor aún, privados de libertad por tomar una mala decisión? Por lo tanto, necesitamos detenernos en ciertos momentos de nuestra vida para auto analizarnos y cambiarnos a nosotros mismos.
Muchos necesitan establecer una alianza con Dios, para que a través de ella reciba fuerza y sabiduría para resistir las invitaciones del mal. Es un hecho: el hombre que tiene el Espíritu Santo logra anticiparse a las trampas del diablo y sabe protegerse de ellas, incluso evita situaciones que lo lleven a actuar mal, porque, además de tener un pacto con Dios, actúa con inteligencia