“Cuando la mujer no se sujeta al hombre, que es la parte racional, el cabeza de esa casa, ella pasa a ignorar la razón y toma una carga que no es de ella.”
La sumisión de la mujer al compañero en el contexto bíblico es un asunto que siempre causa mucha polémica, principalmente hoy en día, ya que muchos confunden la independencia de la mujer con el desprecio a la familia y la vida de a dos. Al mismo tiempo, en diferentes periodos históricos, incluyendo el actual.
El término sumisión fue usado por muchos hombres como excusa para menospreciar o controlar a las esposas. Mientras tanto, las Escrituras Sagradas dejan claro el significado de sumisión, alertando que tanto el hombre como la mujer deben mantener esta postura: “sometiéndonos unos a otros en el temor de Cristo. Las mujeres estén sometidas a sus propios maridos como al Señor.
Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo Él mismo el Salvador del cuerpo. Pero así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo.” Efésios 5:21-24
Pero, ¿por qué Dios dejó la sumisión como enseñanza para las mujeres? No hay enseñanzas apenas para las mujeres, sino también para los hombres, pues las orientaciones bíblicas tratan de las dificultades de la personalidad femenina como masculina.
En este sentido el consejo es que los hombres amen a sus esposas como el Señor Jesús ama a la Iglesia. (Efésios 5:25) Cuando la mujer no se sujeta al hombre, que es la parte racional, el cabeza de esa casa, ella pasa a ignorar la razón y toma una carga que no es de ella, pues no tiene estructura.
En cambio ella está atenta a los detalles y está preparada para auxiliar. Cabe recalcar que la sumisión no debe ser usada como pretexto para aceptar maltratos, mentiras o actitudes erradas como abuso físico, mental o emocional.
La sumisión es algo totalmente espiritual y cuando la mujer entiende eso, sabe cuál es su papel, desempeñarlo y como resultado estará siendo cuidada, amada y protegida, pues fue para eso que Dios la creó.
COLUMNISTA CRISTIANE CARDOSO