El ser humano ya está acostumbrado a hacer muchas cosas en el transcurso de su vida. Sin embargo cuando hablamos de Salvación, no estamos hablando 70, 80, o 90 años, sino de una eternidad ya sea ésta en el cielo o en el infierno.
En el Libro de Lucas, Jesús concientiza a Sus discípulos de esta vida que es limitada: “También les refirió una parábola, diciendo: La tierra de cierto hombre rico había producido mucho. Y pensaba dentro de sí, diciendo: “¿Qué haré, ya que no tengo dónde almacenar mis cosechas?” Entonces dijo: “Esto haré: derribaré mis graneros y edificaré otros más grandes, y allí almacenaré todo mi grano y mis bienes. “Y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes depositados para muchos años; descansa, come, bebe, diviértete.” Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te reclaman el alma; y ahora, ¿para quién será lo que has provisto?” Así es el que acumula tesoro para sí, y no es rico para con Dios.” (Lucas 12:16-22)
Muchos tienen planes a corto y largo plazo; los ojos de muchas personas están puestos en innumerables cosas y buscan a Dios tan sólo cuando están pasando por alguna dificultad porque saben que Él les puede dar la cura para una enfermedad, la transformación familiar, la conquista de un bien material, en fin, están preocupados con las cosas terrenales.
Con aquello no quiero decir que está mal luchar y sacrificar para obtener las bendiciones materiales, sino que la prioridad antes que todas las demás cosas tiene que ser la vida espiritual, es decir, usted tiene que priorizar su salvación eterna.
Usted puede conquistar el mundo entero, pero si no conquista la salvación de su alma, delante de Dios, es como si no hubiera conquistado nada.
Ninguna bendición material tiene más valor que la salvación del alma.
Por lo tanto todo y cualquier sacrificio es válido para preservarla, ya que es el único que durará por toda la eternidad.
Usted, ¿qué ha hecho por la salvación de su alma?