Pobreza de espíritu: El interior de la persona se vuelve un verdadero desierto, se siente vacío, la persona busca algo que lo llene, pero se siente cada vez más deprimido y solo.
Pobreza de dinero: Apenas reciben el dinero, este desaparece por las deudas, muchas veces piden y viven de favores. Por más que luchan para cambiar esa situación, muchos terminan por creer que morirán pobres, ya que nacieron para eso.
Ambas pobrezas van de la mano, pues la primera conlleva a la segunda, participe este lunes en el Congreso para el Progreso y aprenda con la dirección de Dios cómo vencerlas y tornarse una persona productiva y próspera.
“Conseguí realizar todos mis proyectos”
Me fui a vivir a otro país, esto provocó que me sintiera solo y triste porque estaba lejos de todo aquello que tanto amaba. Al ver que nada de lo que hacía funcionaba comencé a sentirme frustrado, empecé a involucrarme en el mundo de las drogas, en bailes y en cosas ilícitas.
De esa manera viví por mucho tiempo. Después conocí a mi esposa. Todo parecía ser perfecto, pero por causa de la vida que estaba llevando, empezamos a tener muchos pleitos, discusiones y más problemas económicos. La indignación de estar en la miseria me llevó a lastimar a mi esposa.
Llegué a vivir en una camioneta que ni siquiera era mía, mientras mi esposa vivía con mis padres. La pobreza me llevó a no tener nada para comer e incluso a pedir dinero en las calles.
Todos esos problemas terminaron cuando me invitaron a participar en la Iglesia Universal. Desde ese momento empecé aprender a cómo usar mi fe, así recuperé mi matrimonio y fui liberado de los vicios.
Empecé a luchar los lunes por mi vida financiera, donde a través de una alianza con Dios vencí la miseria. Hoy, gracias a la dirección que recibí en el Congreso para el Progreso pude adquirir una vida económica estable, conquisté mi propio negocio, varias propiedades, carros y la casa de mis sueños.
•• Sr. Jaime López