La artesana Ana Paula, de 52 años, venía sintiendo fuertes dolores abdominales, a pesar de tomar los analgésicos recetados por su médico. También tenía frecuentes daños estomacales, lo que la hacía vivir avergonzada por la necesidad urgente que a veces tenía de ir al baño sin importar la situación o el lugar, también empezó a perder peso.
Hasta entonces, ella creía que era algo pasajero. La verdadera preocupación surgió sólo cuando empezó a sangrar. “Busqué un hospital, fui a ver al ginecólogo y me derivó a un gastroenterólogo, que pidió una colonoscopia”, dice. Rápidamente, Ana Paula fue hospitalizada y recibió el resultado del examen.
“El médico me dijo: ‘No te voy a engañar, tienes un tumor grande en el intestino y, si no te operas, vas a morir, porque ese tumor está obstruyendo el paso de las heces”. Ella quedó impactada y decepcionada. Ingresó al hospital imaginando que tenía algo leve y le dijeron que tenía cáncer. “No sabía cómo reaccionar.
Mi hija estuvo a mi lado cuando recibí el diagnóstico. Ella lloraba mucho y así me di cuenta de la gravedad de la enfermedad. Sin embargo, yo tenía en mente al Dios al que sirvo, Él me daría las fuerzas para afrontarlo”, dice.
FE PRÁCTICA
Ana Paula se realizó una operación que le extirpó parte de su intestino. “Cuando salí de la cirugía, vomité heces. No tenía energía. Me pusieron una bolsa de colostomía y me sentí muy mal”, aclara.
Ella pasó 14 días en el hospital y le informaron que, incluso después de la cirugía, había células cancerosas en su cuerpo. Se sometió a 12 sesiones de quimioterapia. “Incluso, débil, iba a la Iglesia Universal. Nunca dejé de creer o usar mi Fe”.
Después de un año, se realizó nuevos exámenes. “El médico dijo que no entendía lo que había pasado, no había más células cancerosas en mi cuerpo.
Me dijo que yo era un verdadero milagro. Fui curada por las manos del Altísimo. Él me prometió que estaría conmigo y hoy estoy aquí para glorificar Su nombre”, concluye Ana Paula.