Sufrí muchos años con dolor de cabeza, tomaba medicamentos que no me aliviaban.
El dolor era tan fuerte e insoportable que gritaba, mis familiares al verme en esa situación se asustaban y no sabían qué hacer.
Después me diagnosticaron úlcera, luego artritis y por último me salió un tumor en el cuello; todos esos problemas de salud afectaban mi vida espiritual, pues no conseguía dormir ni estar en paz.
Cuando llegué a la Iglesia Universal aprendí que todos mis problemas se debían a la actuación de un mal en mi vida. Me propuse en participar todos los domingos y cuando consagraba el Agua Bendita, la tomaba determinando mi milagro, el que conseguí a través de la perseverancia, fui completamente curada. Hoy gracias a Dios tengo salud y paz junto a mi familia.
•• Sra. Mery Roque