A mi hijo le diagnosticaron una cardiopatía pulmonar severa; después de operarlo se le formó un coágulo en la cabeza y le empezaron a dar convulsiones.
Me dijeron que el niño sufriría posibles secuelas, en el habla o en alguna parte de su motricidad, que no crecería como un niño normal. Hasta que el especialista lo desahució, nos dijo que fuéramos a casa y que esperáramos la voluntad de Dios, porque posiblemente el niño fallecería. Mi esposo y yo no aceptamos ese diagnóstico y decidimos apelar a la fe; le dábamos el agua consagrada, hicimos votos con Dios y el milagro sucedió.
Mi hijo tiene dos años, se desarrolla con normalidad, es inteligente y está totalmente curado.
•• Sra. Edna Tello Iglesia Universal Quito