Todas aquellas personas que cometen un suicidio o que piensan en hacerlo, toman esa terrible decisión porque creen que esa será la única forma de librarse del mal momento por el cual atraviesan.
Solo qué, de acuerdo al obispo Macedo, la realidad para los suicidas es distinta: “Las personas piensan que, al separar el alma del cuerpo (morir) entrarán en un ambiente de paz y solución para sus problemas. Sin embargo, se engañan y tristemente caminan hacia un abismo profundo donde sus nuevos problemas no tendrán solución y serán eternos”.
Lamentablemente, las estadísticas indican que, por año, más de 800 000 personas se suicidan, lo que representa una muerte cada 40 segundos, según datos de la OMS.
La realidad es que atentar contra su vida es atentar contra un regalo que Dios les dio.
El no encontrar una solución a sus problemas como deudas, humillaciones, soledad, etc., lleva a muchas personas a ver el suicidio como la única salida.
No obstante, así como la Palabra de Dios condena el asesinato, tanto de terceros como de uno mismo, en Isaías 41:10 nos ofrece la solución a cualquier problema: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”.
Estas son Palabras de Dios dirigidas especialmente a los seres humanos, pues Él es el Único capaz de aliviar el dolor interno y hacernos valorar nuestra vida.
Si conoces a alguien que pueda estar en peligro, que esté pensando en suicidarse, o incluso tú mismo te sientes abatido, asiste a la Iglesia Universal más cercana.
Muchas veces, el simple hecho de hablar de nuestras aflicciones alivia un poco la carga y aquí, siempre habrá alguien dispuesto a escucharte sin juzgarte.