La fe que agrada a Dios es la fe acompañada de sacrificio, es debido a ella que una persona consigue abandonar y alejarse de todo lo que desagrada a Dios, sin embargo, si la fe que muchos dicen tener no les lleva a sacrificar el error, entonces, esa fe no traerá resultados, ya que esa es la fe que Dios nos ha dado está disociada del sentimiento.
No importa lo que usted está sintiendo, tocando, oyendo o viendo, ¡lo que importa es que usted crea en que lo que está escrito sucederá!
En el Salmo 4:5 dice: “Ofreced sacrificios de justicia, y confiad en el Señor.”
Eso es sacrificio, dejar de oír al corazón, al sentimiento, tener certeza y confiar.
¡Tenemos que tener esta fe! ¡La fe que no siente, que no llora!
Cuando la persona tiene esa fe, sacrifica y confía, está sosegada, ¡no escucha a nadie! Ella no se queda escuchando la opinión de otros porque tiene su propia fe y sabe que sólo Dios es capaz de hacerle justicia delante de cualquier situación.
Esta persona no quiere saber cómo está el problema, ¡eso no le preocupa!
¡Confía y no necesita el consejo de nadie, porque no está interesada en la pena o consuelo de los demás, pues tiene la Palabra de Dios como garantía de su victoria. Por eso levanta su cabeza y manifiesta la fe!
Esa es la fe de nuestro Señor Jesús, que, siendo tentado por el diablo, dijo: “¡Está escrito!”
Él no se rindió ante el diablo ni ante el sentimiento de hambre que tenía ya que estaba ayunando. Él no oyó al estómago ni al corazón, ¡dejó el sentimiento a un lado y apeló a lo que estaba escrito! ¡Así es como tiene que ser! Esa es la fe que confronta al diablo y lo derrota. ¡El diablo se aprovecha del sentimiento! ¡Tenemos que evitar el verbo sentir!
Es sacrificar y confiar en que la justicia llegará, y no estar llamando y preguntando por la respuesta, ¡es no mostrar ansiedad por la respuesta!
Es ir al Altar con toda la fuerza, ¡sacrificar con toda la fe y creer!
¡Cuando hay sacrificio hay fe, cuando hay fe hay sacrificio!