“Entonces los hijos de Israel quitaron a los baales y a Astarot, y sirvieron sólo al Señor. Y Samuel dijo: Reunid a todo Israel en Mizpa, y yo oraré por vosotros al Señor”. (1 Samuel 7:4-5)
El pueblo de Israel siempre tuvo enemigos que deseaban su fin, y nuestra vida cristiana hoy es una copia de lo que fue Israel; a diferencia de ellos, luchamos para sobrevivir en la eternidad, y nuestros enemigos son espirituales. Dios mandó que Israel quitara la idolatría. (1 Samuel 7:3,6).
Inmediatamente Israel obedeció y dio estos 5 pasos:
1. Removieron los ídolos de sus corazones, la religión y el paganismo.
2. Se volvieron para Dios, sólo un Dios.
3. Se congregaron en la ciudad de Mizpa para la guerra.
4. Derramaron agua delante de Dios.
5. Ayunaron y reconocieron que habían pecado delante de Dios.
“Cuando oyeron los filisteos que los hijos de Israel estaban reunidos en Mizpa, subieron los príncipes de los filisteos contra Israel; y al oír esto los hijos de Israel, tuvieron temor de los filisteos”. (1 Samuel 7:7)
Subió contra Israel la tropa Elite de los filisteos, y el pueblo de Israel tuvo miedo. ¿Por qué temieron después de haber hecho los 5 pasos anteriores? Esto nos enseña una extraordinaria lección. Usted tiene muchos problemas, como si su vida estuviera rodeada de filisteos amenazando con destruirle. Aunque usted se arrepintió de sus pecados, asista a la iglesia los domingos y durante la semana, haga ayunos y derrame agua (lágrimas) delante de Dios, mismo así, siente miedo de sus problemas. ¿Por qué? Cuando hay miedo, significa que está faltando algo que libere su fe y coraje contra sus enemigos. En el sacrificio que ellos hicieron faltaba el elemento sangre, ellos derramaron agua, es decir, lágrimas que brotaron del miedo que había en su interior. En la sangre está nuestra vida, por eso tenemos que ofrecer NO la sangre de nuestro cuerpo, pero sí la de nuestra alma, colocando toda nuestra fuerza y sacrificio en el Altar de Dios.
Israel aprendió a sacrificar antes de ir a la guerra, según la palabra de Dios, ellos hacían el sacrificio, con una fuerza extraordinaria iban convencidos, llenos de confianza, seguros que Dios estaba con ellos y por eso vencerían.