“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.” Mateo 5:3.
Dios no se revela a quien es orgulloso sino a los humildes, por esa razón Abraham fue escogido, por su humildad de espíritu, que es la facultad para oír y obedecer la voz de Dios, que no tiene ninguna relación con la humildad financiera.
El Espíritu Santo puede proporcionar la fe que recibió Abraham, acompañada de actitudes para oír y obedecer la voz de Dios, que lo tornan un vencedor. “Pero Dios había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.” Génesis 12:1.
Si usted aún no recibió el Espíritu Santo, seguramente es porque le falta esta característica espiritual que Abraham tenía, la humildad para oír y obedecer la palabra de Dios.
El problema del orgulloso es que aparenta creer, dice que si con la cabeza, pero no obedece; esto sucede porque le falta dentro de sí, la humildad para oír y obedecer.
Abraham no conocía a Dios, porque vivía en una tierra donde se adoraban muchos dioses, pero por causa de su humildad, Dios no necesitó decirle para donde lo enviaría, sólo fue necesario una palabra, ¡vete de tu tierra! Y Abraham obedeció, Sólo cuando Abraham salió y pasó por la puerta de Harán, fue que Dios le reveló para donde iría.
Es muy difícil encontrar a personas con esta humildad para obedecer, pues en los días de hoy, los que se acercan a Dios lo hacen para buscar un resultado fácil.
La pregunta que surge es: ¿cómo agradar a Dios? ¡Únicamente haciendo Su voluntad!
Abraham dejó la tierra de su padre, renunció a su herencia para recibir la herencia de Dios por la fe y obediencia.
Esta es la fe que agrada a Dios, la fe con obediencia, es decir, la fe de Abraham.