¿Y si en lugar de muchos «aleluya» y «gloria a Dios», amáramos más al Señor y a nuestro prójimo?
¿No sería más agradable para Él el Evangelio en la práctica?
¿Y si en lugar de los muchos «yo te amo», viviéramos la entrega de cuerpo, alma y espíritu?
Porque amar a Dios de verdad es pelear Sus batallas y someterse a Su Palabra.