Desde el inicio de los tiempos hemos visto los daños que provoca uno de los sentimientos más destructivos que hay en el ser humano, la envidia.
Envidiar es ansiar, codiciar la vida o las cosas que tiene otra persona, es un deseo y un malestar constante por obtener lo que es de otros.
La envidia en realidad es un espíritu destructor que actúa a través del pensamiento y de los ojos de una persona, es un sentimiento que causa mucho daño, tanto en la persona que envidia, como en la persona que es envidiada. Este sentimiento lleva en algunos casos a desearle mal a otras personas, pero en la mayoría de los casos, la envidia trae consecuencias negativas a penas para quien la siente.
Quien sufre de envidia en su interior no tiene paz, sino rabia, odio y dudas sobre sí mismo. Constantemente es atormentada por su mente y sufre en silencio todas las frustraciones; la envidia también puede considerarse una causa que desencadena la depresión.
Porque escrito está: “…¿Quién puede resistir a la envidia?”
Proverbios 27:4
»Me sentía triste y frustrada al ver las conquistas de mis amigas, esto pasó en mi adolescencia y yo no comprendía el motivo de estos sentimientos. Pensaba que jamás podría tener o ser como ellas, sufrí muchas humillaciones por mi peso, eso generó en mí un complejo de inferioridad que trajo muchas consecuencias nocivas en mi vida, como desánimo e inseguridad. Yo quería ser como mis amigas y el no poder serlo de cierta manera generó en mí un sentimiento de envidia.
Empecé a compararme con ellas y a desear lo que ellas tenían y si yo emprendía algo desde el inicio pensaba que no iba a resultar.
Al asistir a la Iglesia Universal, comencé a participar de las reuniones de liberación, por mi fe mi vida cambió, hoy estoy libre de la envidia, tengo confianza en mí misma y sé que Dios está a mi lado y Él me dirige en todo .»
Luciana Barbosa