Aún siendo formados en odontología, yo y mi esposa, Jessica, éramos funcionarios en una clínica odontológica. Todo lo que ganaba lo gastaba en bailes y borracheras. Trabajé durante 5 años en esa red de clínicas, pero no veía ninguna perspectiva de crecimiento profesional. Yo era un profesional frustrado.
Por la invitación de un primo llegamos a la Universal y, al oír hablar de una fe práctica que trae resultados, no dudé y resolví participar en la reuniones. Poco a poco las cosas comenzaron a cambiar.
A través de esa fe abrimos la primera clínica, después la segunda y ya estamos en la tercera. Tenemos una marca de clínicas odontológicas y se que muchas cosas aún van a suceder.
Se que todo lo que tengo es gracias al Señor Jesús, pues no tengo condiciones de hacer nada con mis propias manos. Dios es el dueño de todo.