Interiormente estaba amargada y llena de odio por una traición, lloraba todo el tiempo, no dormía por las noches.
Además estaba enferma, sufría con dolor en las coyunturas, tomaba medicamento, pero sólo me quitaban el dolor por unas horas, estaba tan mal que si me sentaba ya no conseguía pararme, tomaba doce pastillas diarias.
A través de un programa de televisión de la Iglesia Universal decidí ir a participar de las reuniones, ya que afirmaron que yo sería curada.
Fui atendida por un pastor quien me indicó que debía perseverar en la cadenas de oración, así lo hice y al poco tiempo a través de nuevos exámenes el médico constato que estaba totalmente curada; tiempo después me diagnosticaron un quiste en el seno, debían operarme porque mi madre murió de cáncer y yo había heredado esa enfermedad o también podía intentar hacer tratamientos en Solca, yo salí indignada del consultorio, fui a la Iglesia y el pastor habló de la Campaña de Israel y esto incendió la fe dentro de mí, decidí apelar a mi fe, le dije a Dios: “Yo voy a sacrificar en el Altar y determino que seré curada”, entregué todo en las manos de Dios.
Fui al hospital el día que estaba marcada la operación, me realizaron nuevos exámenes y sentada en la camilla el médico llegó y sorprendido me preguntó qué había pasado, porque el quiste no aparecía más en el área del seno. El doctor no entendía, pero yo sabía lo que pasó, Dios me libró de aquel mal. Pero lo más importante que me pasó en esta vida, fue el hecho haber sido bautizada con el Espíritu Santo, pues a partir de ahí fui feliz realmente, adquirí la paz que antes no conocía, me volví segura y definida, pues el Espíritu Santo orienta y dirige mi vida.