Es imposible recibir algo, sin antes dar, es una ley de vida, por eso, recibir el Espíritu Santo es una cuestión de renuncia a todo aquello que desagrada a Dios, incluyendo lo que hay en el interior de cada uno.
Mientras más a la persona le cueste entregarse por completo a Dios, más tiempo vivirá con la vida atada, sin la realización personal, profesional, afectiva, ni espiritual.
Una transformación de vida requiere de sacrificios, abandonando la vieja vida para poder recibir una nueva, es decir, se debe sacar la vida de altares profanos y colocarla en el altar de Dios, dispuesto a servir exclusivamente a Él.
Aquellos que le entregan su vida entera a Dios, estarán en la misma posición de Elías, de hacer un desafío y obtener la respuesta con fuego de Dios, que será algo extraordinario.
“Y sucedió que a la hora de ofrecerse el sacrificio de la tarde, el profeta Elías se acercó y dijo: Oh Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, que se sepa hoy que tú eres Dios en Israel, que yo soy tu siervo y que he hecho todas estas cosas por palabra tuya. Respóndeme, oh Señor, respóndeme, para que este pueblo sepa que tú, oh Señor, eres Dios, y que has hecho volver sus corazones. Entonces cayó el fuego del Señor”. 1 Reyes 18: 36-38